jueves, 19 de marzo de 2015

EL FUEGO GRIEGO



Durante toda la Edad Media el Imperio Bizantino estuvo rodeado de peligros. Por el norte los amenazaban los eslavos con los búlgaros a la cabeza, mientras que por el Sur y El Este eran continuamente hostigados por persas, árabes, turcos, o mongoles. Para contrarrestar este peligro los bizantinos construyeron fortificaciones por todo el imperio; habían entrenado perfectamente a sus tropas de a pie y arqueros; contaban con la fuerza inestimable de jinetes acorazados y mercenarios bien pagados; una marina de guerra bien pertrechada… pero sobre todo contaban con un arma secreta que les hacía invencibles en muchos frentes: el famoso fuego griego. Se cree que fue creado por un cristiano sirio llamado Calínico de Heliopolis, y al ser un secreto de estado se desconoce en parte su composición: debía ser una sustancia líquida tirando a pastosa, que flotaba en el agua y que no se apagaba con agua, solamente con tierra y arena, lo que la convertía en un arma poderosa en los combates navales. Seguramente estaba compuesto de petróleo (nafta), cal viva, salitre y distintos tipos de resina que hacían de espesante. Se instalaban unos tubos metálicos en la proa de los barcos y mediante la fuerza de unas bombas accionadas por los marineros este fuego se disparaba a modo de lanzallamas a cualquier barco, dando como resultado la total y segura aniquilación del enemigo. Como resultado los bizantinos pudieron poner más tropas en las fronteras terrestres pues el fuego griego les aseguraba una perfecta defensa marítima.