En el año 1675
el rey de Prusia Federico I creó una de las unidades militares más curiosas de
la historia. Se trataba del Regimiento de Infantería nº 6, más conocido como
los Gigantes de Potsdam (Postdamer
Riesengarde). ¿Qué tenía de especial? Pues que estaba formado principalmente por personas de
elevada estatura. Por ejemplo uno de los requisitos que tenía que cumplir el
soldado para pertenecer a este cuerpo de elite era que debía de medir más de 1,
88 metros de estatura. Como se puede apreciar una altura bastante grande para
los cánones de la época. Se dice que el soldado más alto del regimiento fue un
irlandés llamado James Kirkland el cual medía alrededor de 2,17 metros.
Federico I
estaba obsesionado con las personas de talla alta, por lo que no paraba de
enviar emisarios a otros reinos vecinos para
reclutar a cualquier persona para su querido regimiento. No le importaba
alistar a soldados de otros países e incluso otros reyes amigos, ya fueran de
Rusia, Austria o incluso del Imperio Otomano, sabían que si querían enviar
algún regalo al rey Federico les bastaba con montar en un carromato una buena
cantidad de estos gigantes para que
engrosaran las filas del ejército prusiano. Y no solo conseguía a estos
soldados mediante esta manera sino que también proponía ayudas económicas a
terratenientes para que le cedieran a sus hijos. Hablando en plata… para que se
los vendiera a buen precio. Y es que Federico estaba realmente obsesionado con
ellos. Se dice que una vez le dijo al embajador francés: “Haría caso omiso a la
mujer más bella del mundo, pero los soldados altos… son mi perdición”.
Esta era la cara
amable del alistamiento. Si se hacía por las buenas y de forma voluntaria no
había ningún problema. Pero si alguien se negaba es cuando aparecía el reverso
oscuro de la mente del rey de Prusia pues no tenía reparos en pedir a sus
emisarios que secuestraran a la persona en cuestión; la emborracharan en una
taberna; o la arrastraran a golpes hasta la base del regimiento donde
inmediatamente comenzaba su instrucción. E incluso ordenó a los profesores que
si tenían algún alumno alto poco aplicado avisaran a los reclutadores para que
se lo llevaran. Federico, además, no solo hizo construir cámaras de experimentación en donde se estiraban los miembros a
aquellos soldados a los que le faltaba poco para tener la altura necesaria de
ingreso en el regimiento, sino que también obligó a mujeres altas a casarse con
sus queridísimos soldados con el fin de concebir niños gigantescos para el
futuro.
Llama la
atención que el rey jamás utilizó a este regimiento en combate pues tenía miedo
de que mataran a cualquiera de sus soldados. Así pues, vivían de manera
regalada sirviendo solo para desfilar delante de palacio. Pero a la muerte de
éste el regimiento fue disuelto en 1740 por su hijo Federico II el Grande el
cual se dio cuenta de la monstruosidad del proyecto, además de lo inservible y
costoso que era mantener a esta unidad militar tan especial.