Que tire la
piedra quien no tiene una afición o un pequeño vicio. No creo que nadie lo
haga. Y es que al igual que nosotros tenemos debilidades los grandes hombres de
la historia las tienen igualmente. Un ejemplo de ello es el famoso Cardenal
Richelieu (1585 – 1642), el cual ha pasado a la historia no solo por ser el
gran ministro de Luis XIII, luchar contra el imperio español o sofocar
revueltas internas en Francia, sino también por haber sido un gran amante de
los gatos. Y es que a pesar de en aquellos años se identificaba a este felino como una imagen del diablo,
Richelieu llegó a tener más de catorce gatitos. Sobre todo le gustaban que
fueran pequeños y era muy común verle con uno en el regazo, acariciándolos,
mientras atendía asuntos de estado. Dos de sus gatos preferidos se llamaban
Racan y Perruque. Les había puestos estos nombres debido a que habían aparecido
en el interior de la peluca de un académico llamado Racan. Este hombre, sin
haberse dado cuenta que la noche anterior habían nacido dos gatitos en su
peluca, se presentó ante Richelieu para pedirle una gracia real. Pero mientras
se estaba produciendo la entrevista éste comenzó a sentir un movimiento en la
peluca y tras quitársela el propio Richelieu se quedó asombrado al ver a dos aquellas
dos bolitas de pelos. Sin dudarlo un minuto le pidió al académico que se los
regalara.
Tanto los amaba
que había construido una habitación contigua a la suya para que vivieran a
cuerpo de rey. E incluso se sabe que al morir les legó en un testamento una
gran suma de dinero, al igual que a sus cuidadores. Pero por desgracia la
Guardia Suiza no los apreciaba tanto como él pues en cuanto se supo de la
muerte del Cardenal, éstos entraron en la habitación e hicieron una gran
degollina con aquellos gatos.