viernes, 24 de junio de 2016

LAS TAPADAS CRISTIANAS



Una de las cosas que más llaman la atención en la España de los Austrias es que junto a un gran número de escándalos que salpicaban no solo a la sociedad sino también a las altas esferas de poder, éstos convivían sin ningún problema junto a una moral extremadamente rigurosa y pacata que afectaba sobre todo al mundo femenino. Muchas de las mujeres, por el miedo al “qué dirán”, vivían casi encerradas en casa, saliendo muy poco a la calle por el miedo que tenían los padres y maridos a perder su famosa honra. Algunas incluso se conformaban con ver la calle a través de una celosía mientras hacían sus labores o rezaban. Pero como la mente humana nunca puede estar quieta, las mujeres agudizaron el ingenio y comenzaron a salir a la calle envolviéndose la cabeza con velos y mantos de color negro dejando solamente a la vista un ojo con el que poder ver por dónde iba y evitar el peligro de tropezarse y caerse posteriormente. Este nuevo tipo de vestimenta, muy parecida a las tapadas moriscas, pronto se puso de modo e incluso fue imitada por las damas de alta alcurnia para poder así escapar de sus oscuros palacios.

Esta forma de vestir se convirtió  en sinónimo de aventura y galanteo, y es por eso que en 1586, tras sufrir el acoso de los sectores más reaccionarios de la sociedad, el monarca Felipe II difundió una Pragmática en la que se condenaba el uso de estos mantos bajo pena de pagar 3000 maravedíes de multa. Pero esta Pragmática, aunque confirmada en las regencias de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, fue muchas veces ignorada por las mujeres que preferían pagar esta multa con tal de seguir teniendo algo de libertad. Tan grande era la costumbre de llevar esta vestimenta que incluso en la América colonial también se usaba, destacando en Perú las llamadas Tapadas de Lima, o Limeñas.

 La visión de una mujer que llevaba la cabeza tapada y que veía el horizonte con un solo ojo fue algo normal en la calle hasta mediados del siglo XVIII cuando el rey Carlos III prohibió en 1770 el uso de estos mantos bajo durísimas sanciones, pues creía que la mujer que lo usaba no solo escondía su rostro sino que también llevaba malas intenciones morales y criminales.