Ay, río Guadalquivir, que en Jaén fuiste
serrano, en Córdoba hechicero, por Sevilla de Triana y por Cádiz marinero.
(Sevillana de Los Romeros de la Puebla
En el Planeta
Tierra (¿a quién se le ocurrió poner este nombre a un astro que está compuesto casi
el 70% por agua?) existen cientos de miles de ríos. Los hay de gran longitud
que llegan hasta el mar, chiquitos que se unen a otros más grandes, y los que
amorosamente rozan la poesía de nuestro corazón. Desde que el ser humano puebla
este mundo, la mayoría de las civilizaciones han querido asentarse cerca de
ellos para conseguir comida y bebida con la que sustentarse y de paso forjar
ciudades de leyenda que evoquen cantares de gesta. Hay anónimos riachuelos y
ríos de renombre que han forjado la historia de la Humanidad desde su
nacimiento, como por ejemplo el Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Danubio, el Rin,
o el Amazonas, entre otros muchos, pero existe uno que en su correr por la
Península Ibérica nos trae sonidos de plata y oro, de aceros entrechocando en
sus riberas, y de olores y comidas que nos retrotraen a nuestra infancia. Se
trata del Guadalquivir, el al-wādi al-kabīr, (el río grande), de los
árabes que recorre casi un tercio de nuestro territorio y por el que gracias a
él entró la Historia en esta vieja piel de toro. Su lento divagar por peñas
oscuras y valles generosos entreteje toda una memoria de hechos históricos que
han plagado nuestros libros y es por ello que un escritor de renombre, Juan
Eslava Galán para más señas, vuelva a recordarnos cuál es la narración de los
hechos que hicieron de éste uno de los más legendarios de Europa, y por
ende del
mundo entero. Con todos ustedes Viaje
por el Guadalquivir y su historia.
No es la primera
vez que el autor jienense nos ofrece un libro sobre sus correrías por España.
Me vienen a la cabeza sus andanzas norteñas en Viaje a la costa de las ballenas, en donde nos ofrece un fresco
sobre la ruta del Transcantábrico; su caminar por Andalucía en El Paraíso disputado; o su recreación
fantástica de la antigüedad en Ciudad de
la Bética. Pero este nuevo libro, Viajes
por el Guadalquivir es algo distinto, un ensayo que de principio a fin,
desde que se abre su primera hoja, es un periplo íntimo que el autor llevaba
mucho tiempo dentro de sí. Ha querido sacar esos sentimientos de su
Guadalquivir interior con la intención de mostrarlo a todos los enamorados de
aquel rio hecho de hilos de plata. En sí el título nos resume perfectamente el
motivo, describirnos el viaje que hizo durante un año, caminando al lado del
rio, desde Cazorla hasta su muerte (la de rio, obviamente) en Sanlúcar de
Barrameda. De la misma manera que el mítico Bilbo Bolson, oriundo de la
Comarca, decía a su sobrino Frodo “Pisas el camino y si no
controlas tus pies nunca sabes adónde te pueden llevar" lo mismo le ha
pasado a Eslava Galán ya que desde el nacimiento del Guadalquivir, más allá de
la frondosa Cazorla se dedica con su buen humor y sabiduría a narrarnos por
donde va sin saber en algunos momentos donde sus pies le conducirán. Nos habla
del discurrir del caudal al paso de distintas ciudades y pueblos, a la par que
nos describe la historia y vivencias de lugares tan señoriales como Úbeda,
Baeza, Andújar; la califal Córdoba, o la cosmopolita Sevilla entre otras muchas.
El
autor nos habla sobre como la Historia de España entró rio arriba y no para
mientes en hablarnos de los distintos hitos históricos habidos y vividos en sus
riveras: la llegada de fenicios y griegos, y los mitos de la increíble
Tartesos; el dominio romano y los vestigios arqueológicos que nos ha dejado; la
llegada de los árabes y su legado de ochocientos años en la península; o por
ejemplo la impresionante gesta americana gestada en Sevilla y el devenir de los
galeones entre la ciudad y su desembocadura allá en Sanlúcar de Barrameda.
Además este libro no solo es un narrar Historia pura y dura al ritmo de gastar
zapatilla sino que también nos habla de
otra historia paralela: la del aceite. Juan Eslava Galán es un experto en este
campo y en este Viaje por Guadalquivir
nos describe la importancia que tenía en tiempo de los romanos, el periplo de
las ánforas cargadas de este tesoro verde y dorado, y como influyó en la
economía de los distintos pueblos que hay a lo largo del rio durante siglos.
Así
pues, si les gustan los libros de viaje, con sabor a Historia, y que al
terminar les haga desear repetir los mismos pasos del autor, sin duda les
recomiendo que se hagan con un ejemplar de esta obra y lo tengan a mano
mientras caminan al lado del Guadalquivir, visitan sus diferentes tesoros
artísticos o arqueológicos o meramente se sientan a dormir una buena siesta
bajo una copuda encina milenaria. Solo me queda decirles… ¡buen viaje!