miércoles, 29 de marzo de 2017

BREVE HISTORIA DE LA ARMADA INVENCIBLE - Víctor San Juan



Pido a Dios que me lleve para sí por no ver tanta mala ventura y desdicha.

(Comentario de Felipe II hecho a su secretario Mateo Vázquez tras conocer el triste destino de la Armada Invencible)

En Irlanda, precisamente en el Condado de Clare, existe un pueblecito frente al mar llamado Spanish Point (Punta Española) en el que los aficionados al surf y los veraneantes pueden pasar unos días de asueto en un ambiente de lo más tranquilo y relajado. En el periodo estival la población, como es normal, crece pero cuando llega el invierno se reduce a más de la mitad. Es un lugar que vale la pena visitar no solo por el ambiente allí reinante sino también por un episodio que se desarrolló allí hace unos cuantos siglos. ¿Sabían ustedes por qué aquel pueblo norteño tiene ese nombre tal peculiar? Pues porque allí, en esa zona, se produjeron en 1588   un buen número de naufragios de barcos españoles. ¿Azares de la vida? En verdad que no ya que eran el resultado de uno de los mayores episodios navales de la Historia: la odisea de la famosa Armada Invencible (nombre irónico dado por los propios ingleses a la desastrada aventura de Felipe II) Es sin lugar a dudas uno de aquellos momentos claves de la Historia que por desgracia, en la actualidad, se han visto envueltos en una nube de tópicos que han provocado que la verdadera historia de La Gran Armada se difumine para las generaciones futuras. Es por ello que vale la pena que echen un vistazo al nuevo libro de Víctor San Juan titulado Breve Historia de la Armada Invencible para conocer de manera fehaciente que es lo que produjo el nacimiento de esa Armada, cómo fue su gesta y su desgracia y cuáles fueron las consecuencias tanto en la España filipina como en la Inglaterra isabelina.


Remontémonos al año de Gracia de 1588. El rey de España, de aquel Imperio en donde nunca se ponía el Sol, Felipe II, andaba harto con las injerencias de la Inglaterra de Isabel I en sus reinos y con sus continuos ataques a los intereses españoles. Ya no es solo que el apoyo que brinda esta reina a los protestantes en Flandes o el mecenazgo que ejerce sobre los corsarios en el Caribe le afecte, sino que también asume como una afrenta el que haya hecho ejecutar a la muy católica reina de Escocia María Estuardo un año antes (1587) Y es que si continuamente aguijoneas a un toro es normal que con el tiempo éste se gire y te intente atacar. Pues precisamente esto es lo que ocurrió a principios del año que mencionamos. En Enero Felipe II se dirige a las Cortes de Castilla y comunica lo siguiente: “Ya conocéis todos la empresa en que me he puesto por el servicio de Dios y aumento de nuestra santa fe católica y beneficio de estos reinos [...] Esto obliga a muy grandes y excesivos gastos, pues no va en ello menos que la seguridad del mar y de las Indias y aun de las propias casas”. Este propósito, esta empresa, claramente se dirige a un único fin que es el  de invadir Inglaterra en una arriesgada acción anfibia y de paso derrocar a Isabel I e instaurar de nuevo el catolicismo en toda Albión.

El autor del libro que nos ocupa nos habla del origen de dicha disputa y como a poco los continuos enfrentamientos entre Inglaterra y España desembocaron en un choque de titanes que pasara a los anales de la Historia. Las olas del Océano Atlántico solo podían tener un dueño y en el año de 1588 esa disputa se dirimirá de manera espectacular. El anuncio de la creación de esa increíble armada resonara en los cuatro puntos cardinales de España y movilizará no solo a los soldados y marineros involucrados sino que moverá también las conciencias religiosas de los mismos españoles los cuales aportaran víveres y materiales para configurar un mar de mástiles. Se crean las Cofradías de la Armada Invencible y una gran copia de agentes se ocuparan de recaudar por los pueblos vituallas para la feliz consecución de la empresa católica. Curiosamente uno de estos recaudadores será un escritor de la época que pasara por ser el más grande de todos los tiempos: Miguel de Cervantes Saavedra.

Poco a poco aquella selva de barcos se fue juntando en el puerto de Lisboa y a mediados de año un total de 130 buques de guerra y transporte, 12.000 marineros y 19.000 soldados al mando de Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor, duque de Medina Sidonia principian a soltar amarras para cumplir la misión otorgada. Además, a toda esta fuerza se espera que se le sumen otros 27.000 soldados de los Tercios de Flandes que están acantonados en Dunkerque a la espera de que los barcos del rey los recojan y así posteriormente desembarquen en Inglaterra. A finales de Julio de 1588 la Gran Armada se adentra en el peligroso Canal de la Mancha y desde el principio son hostigados de manera dispersa por barcos ingleses aunque con poco éxito. Los días pasan y el 8 de Agosto las fuerzas inglesas lanzan contra los españoles un tipo de barcos llamados brulotes (o barcos incendiarios) y a pesar de que la Armada reacciona bien y los evita provoca en cambio su dispersión, hecho que produce que los barcos ingleses los acorralen de uno en uno y los cañoneen sin piedad. En total, en esta acción se hundieron 5 barcos y murieron un total de 1500 muertos.

La cosa no parecía ir bien, y más que se iban a torcer. Un día después de estos incidentes, el 9 de Agosto, se levantó un fuerte viento que empujó a los españoles contra las costas holandeses, alejándolos de sus objetivos, y aunque después se levanto a la vez otro viento a favor no fue del todo efectivo provocando que no se pudieran embarcar a los tercios que seguían estando a la espera. La misión iba de mal en peor, ya no solo era el temporal o los ataques continuos de los ingleses sino que muchos de los barcos se encontraban en muy mal estado. Además debía ser frustrante tener al mejor ejército del mundo encerrado entre las paredes de un barco y no poder utilizarlo. Es por ello que el duque de Medina Sidonia hizo reunir a los capitanes para saber qué hacer. Después de escuchar distintos argumentos, desde los que propugnaban volverse atrás como los que seguían opinando que debían ir a Inglaterra, el duque tomó la decisión de regresar a España pero no por el camino que se había hecho sino por la ruta Norte, rodeando Escocia e Irlanda.

Esta ruta ya era conocida por los marinos y en un principio no era mala idea pero los hechos posteriores dieron como resultado que se convirtiera en una decisión errónea, como muchas de las que se habían tomado desde que se había elegido al propio duque de Medina Sidonia para comandar tan alta empresa. Hemos de pensar que para hacer esa ruta un marino de la época sabía que su barco debía estar en un funcionamiento perfecto y muy bien equipado pues no es lo mismo la climatología del Sur que la del Norte de Escocia. La flota española, en cambio, estaba en mal estado, luchó contra un clima desfavorable y tenía escasa comida y víveres. Además de tener pocas amistades en las costas por donde se pasara ya que estaban infectadas de enemigos. Al remontar las costas inglesas y escocesas la singladura iba bastante bien pero al bordear las Islas Shetland el clima comenzó a cambiar. Llegaron las nieblas y las bajas temperaturas, y a partir del 18 de Septiembre, cuando la flota iba paralela a las costas irlandesas llegó un fuerte vendaval que termino por dispersar a lo que quedaba de la Armada. Esto hizo que cada barco se las compusiera por sí mismo y decidiera salvarse por su cuenta. La cuestión era sobrevivir. En total se produjeron unos 30 naufragios sobre todo de naves menos fuertes pues los que iban en galeras de guerra tuvieron mejor suerte. Continuamente llegaban a las playas gran número de náufragos, como por ejemplo a las del pueblo mencionado anteriormente Spanish Point. Como diría un testigo presencial: “un ventarrón tremendo, una fuerte tormenta como no se había visto ni oído desde hacía mucho tiempo”. Y menos suerte tuvo los que pensaron refugiarse en las costas irlandesas con la intención de sobrevivir entre la población. Las autoridades inglesas tenían orden de no dejar a ningún español con vida por miedo a que soliviantaran a la facción católica del lugar. En total 2000 españoles fueron muertos por las tropas inglesas. Parecía que Dios se había olvidado de todos ellos.

A finales de Septiembre y durante el mes de Octubre los pobres afortunados que seguían con vida comenzaron a llegar poco a poco a las costas españolas. Si hiciéramos un balance más o menos aproximado solamente regresaron alrededor de 70/80 naves de las 130 que salieron de Lisboa. Un total de 20.000 soldados y marineros murieron en acción: 1500 en combate, otros 8500 desaparecieron en los naufragios; como ya indique anteriormente 2000 fueron apresadas, torturadas y asesinadas por las tropas inglesas en Irlanda; y unos 8000 sucumbieron al hambre y las enfermedades. Personajes como Antonio Leyva, Miguel de Oquendo o Juan Martínez Recalde también murieron, y a pesar de que nadie es irremplazable la muerte de estos célebres marinos fueron terribles para la historia de la marina española. ¿Y que fue del duque de Medina Sidonia? Pues que envió un informe a Felipe II narrándole todo lo ocurrido y se escondió en sus territorios de Sanlúcar de Barrameda.

Como se pude ver todo lo que nos ofrece la obra de Víctor San Juan, Breve Historia de la Armada Invencible, es del todo apasionante. Junto a la historia pura y dura nos habla de cómo fue aquella gran flota, qué barcos la componían, las acciones de guerra, y el día a día de una empresa del todo titánica. Pone cada cosa en su lugar y desmitifica muchos hechos y frases que se han reproducido a lo largo de los siglos. Y lo que hace que este ensayo sea redondo del todo es no haberse parado con la llegada de los barcos españoles a la Península, sino también hablarnos de uno de los episodios más desconocido dentro de nuestra historiografía, como es el de la famosa Contaarmada isabelina de 1589 en la que la monarca deseaba tomar revancha de lo ocurrido un año antes. En resumidas cuentas, les animo a dejarse caer en este gran trabajo de Víctor San Juan y vivir los deseos de un rey que se creía designado por la Providencia, sentir como se viajaba en una galera de combate de aquella época, y probar el sabor salado de un mar embravecido viendo como se tienen las costas irlandesas de su mano y saber que casi no puede llegar a ellas por miedo a que su barco sucumba en un gran vendaval. Todo un viaje a la historia que no deben perderse.