viernes, 2 de marzo de 2018

ESPAÑOLAS DEL NUEVO MUNDO - Eloísa Gómez-Lucena



Nos hemos acostumbrado a ver solamente la figura del hombre como protagonista principal de la conquista, y posterior colonización, de América. En los libros de historia, novelas y películas, la gran mayoría de las veces oteamos en el horizonte la espigada efigie del conquistador, espada en mano, coraza herrumbrosa, botas hundidas en el fango de la selva, y ojos de codicia, a punto de morir a manos de los indios o quizás entrando con asombro en el corazón de alguna civilización con el fin de someterla. Esta es la semblanza que nos han vendido, pero si escarbamos un poco más en ella podemos darnos cuenta de que falta una  pieza importante en este puzle: el género femenino. Los libros nos presentan la conquista como algo hecho solo por hombres, como si las mujeres no hubieran atravesado el Atlántico y no se hubieran arriesgado de la misma forma que sus maridos o amantes. Es decir, como si se hubieran volatilizado. Menos mal  que en la actualidad se pueden ya encontrar libros que complementan esa parte de la historia y ofrecen un punto de vista distinto. Un ejemplo de ello lo tenemos en el libro que quisiera presentarles: Españolas del Nuevo Mundo, escrito por Eloísa Gómez -Lucena, y editado por Cátedra (2013).
Aquellos siglos de la conquista de América eran tiempos donde la misoginia era muy grande, y donde las mujeres estaban supeditadas tanto a sus maridos, padres como hermanos. Debido a ello, y como también eran tiempos de guerra, muchas de ellas se quedaban viudas, cargadas la mayoría con hijos, teniendo algunas veces como única salida ingresar en una orden religiosa. En verdad que era duro ser mujer entonces. O bien el marido moría en las guerras de religión de Europa, o bien se iba allende los mares para nunca más volver. Pero hubo una gran parte de ellas que no quisieron conformarse con lo que el destino les ofrecía, y en el caso de la colonización de América, muchas pidieron acompañar a sus maridos, a sabiendas del gran peligro que corrían. Y en esto no había distinción de clases, pues esta idea la tuvieron tanto desde la pobre modistilla como la noble nacida entre algodones. Hubo de todo tipo: mujeres que acompañaban directamente a sus maridos; mujeres que deseaban localizar a su hombre en aquel continente ignoto; otras que escapaban de algún pasado oscuro; solteras que al no encontrar marido en España lo querían buscar en América; mujeres emprendedoras, ya fuera en el campo empresarial, como en el intelectual; e incluso aventureras y religiosas que querían una  mayor libertad que la que les ofrecía este Viejo  Mundo.
Hubo épocas en la que los hombres estaban obligados a llevar a sus esposas, mientras que en otras se ofrecía una prórroga de dos años para ir a buscar a los maridos que se habían embarcado hacia tiempo. Aunque también  había mujeres que rehusaban ir a América por el denominado “miedo al mar”. De todas maneras acudir al otro lado del Atlántico debía ser duro, desde su planificación hasta su llegada y asentamiento en el nuevo continente. Para empezar una mujer debía romper con su casa, su familia en España, y dejar atrás todos sus lazos afectivos. Posteriormente, durante la travesía, las mujeres no iban ociosas en la nao, o galeón en el que estuvieran pues debían hacer las mismas funciones que un marinero, y con ello sobrellevar los mismos peligros pues hubo muchas que tuvieron como triste destino la tumba del mar. Y Finalmente al llegar a América, los maridos, como era usual, no estaban en la playa o puerto esperándolas sino que debían ir a buscarlos sufriendo todo tipo de inclemencias como largas marchas por las selvas o desiertos; calor extremo y dolorosa sed; enfermedades tropicales; e incluso ataques de indios o renegados.
Eloísa Gómez-Lucena, además de hablarnos de todas estas características nos ofrece las semblanzas de 38 mujeres icónicas en la conquista y colonización de América, como por ejemplo las valientes militares y conquistadoras Inés Suarez, María Estrada o Catalina de Erauso; las  adelantadas Mencia Calderón o Isabel Barreto; intelectuales como Sor Juana Inés de la Cruz o Isabel Flores de Oliva; gobernadoras, como las hermanas Francisca y Beatriz de la Cueva; o incluso agricultoras como María de Escobar y Beatriz de Salcedo que  llevaron los granos de maíz a América escondidos en sacos mal molidos. Estos son un breve ejemplo de las biografías que nos podemos encontrar y que se convierten en las voces de las cientos de miles de mujeres que lucharon por colonizar América.
Y es que desde un punto de vista más completo aquellas conquistadoras tuvieron que soportar doblemente sus inclemencias en el Nuevo Mundo, pues cuando llegaban allí, además de defenderse y luchar por sus tierras tenían que cuidar a sus esposos, hijos y hacienda además de tener que seguirlos muchas veces tras una quimera inalcanzable. Y es gracias a este valor y coraje aportado por las mujeres por lo que se pudo conseguir la colonización de aquellas tierras, pues los hijos de los hijos de ellas fueron ocupando y asentándose en distintos lugares. Además levantaron asentamientos  junto con los hombres viviendo primero en míseras chozas para poco a poco levantar con sus propias manos mejores edificios, colegios e incluso inaugurar iniciativas privadas comerciales. Cosa impensable en el Viejo Continente. Y es que este fue uno de los mayores acicates para que corrieran todos peligros: tener una mayor libertad.
Españolas del Nuevo Mundo, nos ofrece un fresco singular de la aventura femenina en América y complementa, como ya he indicado antes, la historia de la conquista. Reivindica el papel de la mujer en dicho evento pero no lo hace desde un punto de vista rupturista sino complementario, con el fin de obtener una visión global de lo que fueron aquellos años forjados a base de sueños, espadas y codicia sin par. La autora quiere dar voz al valor de aquellas mujeres, pues siente que han sido silenciadas por el machismo cerril de la Historia, que no soporta que alguien del género femenino también haya tenido el mismo protagonismo que ellos en la conquista y posterior colonización, y también por la literatura, sobre todo extranjera, que nos ha ofrecido una visión andrógina de aquellos años cruciales. Así pues les invito a que ojeen este libro y se sumerjan en las semblanzas que nos ofrece Eloísa Gómez-Lucena y comprendan el coraje de aquellas mujeres que se enfrentaron al destino y supieron entrar en la Historia por la puerta grande.