Durante la Edad
Media la Iglesia católica no solo promovió cruzadas en Tierra Santa sino que
también incitó a los caballeros a luchar en otro tipo de cruzadas como por
ejemplo la realizada contra los cátaros en el sur de Francia a comienzos del
siglo XIII. En verdad esta guerra intestina se distinguió por su brutalidad y
por los ríos de sangre que vertió ya que la Iglesia consideraba a los cátaros
como herejes que había que exterminar a cualquier precio. Un hecho ejemplifica
la bestialidad de esta cruzada: en 1209 las tropas católicas comandadas por
Simón de Monfort tomaron la ciudad de Beziers, pero cuando terminaron el consabido
pillaje se dieron cuenta que entre los cátaros también había otros ciudadanos
que no lo eran. No sabiendo como distinguirlos se dirigieron al legado de Roma,
Arnaud Amaury, quien resolvió este dilema ordenando matar a todos los
habitantes de Beziers sin ninguna distinción diciendo aquello tan famoso de:
“Matadlos a todos que Dios reconocerá a los suyos”. Y acto seguido fueron
pasados por las armas o bien llevados a distintas hogueras a las afueras de la
ciudad para que ardieran. Un triste hecho histórico que demuestra lo oscuro y
triste que fue aquella guerra de religión.