jueves, 30 de agosto de 2018

A LOMOS DE UN CAMELLO


En el siglo X d.C existió un personaje de lo más peculiar llamado Abdul Kassem Ismael (936 – 995) el cual tenía una gran afición: la lectura. Este gran visir del Imperio Persa tenía una biblioteca personal compuesta por unos 117.000 volúmenes escritos en árabe y farsi y siempre se lo podía encontrar leyendo ya fuera en su palacio, en un oasis, o en cualquier sitio que uno pudiera imaginar. Pero este visir sufría una gran pena, y es que debido a su cargo tenía que viajar continuamente. Así que para solucionar este contratiempo, y poder seguir leyendo allá donde fuera, creó una biblioteca ambulante compuesta por 400 camellos amaestrados. La idea original era no desprenderse de sus amados ejemplares, por lo que los enseñó a caminar en fila india, a un paso cadencioso, asignándole a cada camello una letra del alfabeto. Cada animal portaba alrededor de 300 ejemplares y estaban a cargo de un camellero-bibliotecario que también era responsable de la mercancía que llevaba, por lo que si un camello se salía de la fila o se extraviaba era severamente castigado. En cualquier momento Abdul Kassem Ismael podía solicitar un volumen y por ello los bibliotecarios del visir tenían que ser rápidos en su cometido para sí poder colmar las inquietudes intelectuales que embargan al visir.