“No lo despertéis, silencio… el rey se ha dormido”. (Locura de Amor, 1948)
Muchas veces los
hilos de la Historia se entrelazan los de la tradición y la leyenda creando
nuevos perfiles a los personajes históricos que sin el chismorreo hubieran quedado en un segundo plano sin halito de
inmortalidad. Es el caso de la soberana Juna I de Catilla, hija de los afamados
Reyes Católicos, a la que el vulgo y la historiografía han imputado numerosos
casos de demencia, unas veces ciertas y otras no, llegando a motejarla como La Loca. Y así ha pasado a la Historia, ofreciéndonos
en muchos casos una visión deformada que no se ajusta a la realidad. Sí que
sufría algún trastorno psicológico, de eso no cabe duda, y está demostrado que
padecía algún tipo de esquizofrenia o manía persecutoria aunque en descargo de
ella también hay que pensar que muchos de los males que se le atribuyen corresponden
a habladurías y equivocaciones provocadas por una visión y una etiqueta
demasiado rígida de la época en la que las mujeres, sobre todo de la realeza, tenían
poco margen de expansión en el que cualquier elemento que se saliera de ese
encorsetamiento era tomado como simple extravagancia. Así pues, para poner las
cosas en su sitio les invito a centrar su mirada en el trabajo de Javier Manso,
Breve Historia de Juana I de Castilla
en la que nos ofrece un repaso muy ameno por la vida, obras y circunstancias de
aquella mujer que por un lado fue hija y nieta de reyes, madre igualmente de soberanos
y emperadores pero también victima de
hombres que ambicionaban el poder.
El autor
comienza su trabajo centrando nuestra mirada en la época que a Juana le tocó
vivir, es decir un territorio dividido en esencia en dos coronas, la de
Castilla y la de Aragón, con dos de los reyes más importantes de la Historia:
los Reyes Católicos. Así pues a Juana le tocó en suerte tener unos padres
poderosos que en los últimos años del quinientos estaban a punto de culminar la
gesta de la Reconquista: la caída de Granada. Juana vino al mundo el 6 de
Noviembre de 1479, en Toledo, y desde el
principio se dio cuenta de que había nacido en una familia un tanto diferente a
la de los demás. De pequeña no solo se había acostumbrado a vivir en una corte
itinerante, la mayoría de las veces en guerra, sino que debido a su condición
de princesa real estaba destinada a ser una pieza más en el gran tablero estratégico
en el que se había convertido Europa. Aun así, antes de que el futuro la
engullera, Javier Manso nos enseña cómo fue su educación en la corte
Trastámara, la relación con sus padres, su forma de ser y las relaciones que establecía
con sus ayos y damas de honor. Pero el tiempo pasa y a los 16 años fue
concertado su matrimonio con el archiduque Felipe, hijo del emperador
Maximiliano I y heredero nada más ni nada menos que del Sacro Imperio, los
Países Bajos y Borgoña. Todo un honor para quien a raíz del retrato que le hizo
Juan de Flandes se decía que era “la más hermosa y fascinante dama que pueda
imaginarse… una criatura tan gentil, como joven y bella…”.
Juana sabe que es
un peón más para aislar a la todopoderosa Francia pero en verdad le da igual. Está
enamorada. Tan hinchado está su corazón que incluso cuando su marido no viene a
buscarla al puerto de Arnemuiden durante un mes, Juana no se indigna y le
espera pacientemente. Pero lo que podía haber sido un matrimonio feliz de una
pareja de recién casado (celebrado en Lierre el 21 de Agosto de 1496), en una
corte flamenca repleta de lujos y refinamientos a diferencia de la castellana,
muy pronto se enturbia en un mar de celos (por parte de ella) y por
infidelidades (por parte de él) que hace que incluso algunos crean que el
matrimonio real peligra. Aun así a pesar de las continuas riñas Juana esta tan
enamorada y prendada de su bello Felipe (por algo lo motejaran de el Hermoso) que acaba continuamente
perdonándole. Y es en este preciso momento cuando la historia toma un giro
inesperado evitando que Juana viva para siempre su existencia en la refinada
corte de Flandes. He aquí que la tragedia se ceba con los herederos de la
corona española pareciendo en muchos casos que están bajo algún tipo de
maldición. Por un lado muere el príncipe Juan en 1497 mientras que por otro, un
año después su hermana Isabel, que estaba casado con el rey Manuel I de
Portugal, y dos meses después Miguel, su retoño. Es por ello que de facto, por
derecho y sin darse cuenta, de rebote, ya que no estaba en los planes reales,
se convierte en la heredera de la corona. Y tiempo después, este hecho se
confirma del todo cuando en 1504 tras la muerte de la reina Isabel, Juana se
convierte en la nueva reina de Castilla, circunstancia que conlleva las
reticencias de su padre Fernando quien no queriendo que su yerno se siente en
el trono de Castilla comienza a insinuar y alegar que su hija no puede gobernar
debido a que es una desequilibrada mental. Aun así, antes, Isabel la Católica siendo
informada de los arranque psicológicos que su hija había tenido en Flandes ya
había establecido que la regencia del reino la realizara su esposo Fernando.
Así pues es en este momento cuando se establece una especie de juego de tronos
entre el rey de Aragón y Felipe el Hermoso que convertirá a Juana en una
especie de arma arrojadiza entre ambos bandos además de instrumento de intrigas.
Un ejemplo de este tira y afloja es la infamante Concordia de Villafáfila
(1506) en las que ambos, Felipe y Fernando, se repartían las riquezas de España
si la reina no estuviera bien mentalmente. Juana por tanto estaba en las garras
de dos hombres ávidos de poder.
Pero es
precisamente en 1506 cuando se produce el luctuoso hecho que la llevará
definitivamente a caer en una espiral de locura de la que ya nunca más volverá
a salir. Tras un partido de pelota, su marido, Felipe, bebió un vaso de agua fría
que le produjo unas fiebres que acabarían llevándole a la tumba. Aun así hay
quienes creen que en verdad fue envenenado por su suegro con la intención de
quitarse de en medio a un competidor. Ya sea un hecho fortuito y desgraciado u
otra circunstancia más novelesca, lo cierto es que Juana cayó en una
horripilante depresión que ahora sí la llevó a estar incapacitada para
gobernar. A partir de aquí se producen hechos de lo más grotesco como es el
famoso cortejo fúnebre que ésta llevó a cabo por tierras castellanas con la intención
de transportar el cuerpo de su marido a Granada. Fernando, viendo el estado
demencial en el que se encontraba su hija, y aduciendo enajenación mental, decidió
acabar con esta situación y encerrarla en 1509 en el triste castillo de
Tordesillas, junto con su hija Catalina (ésta se libró de vivir en aquel hogar
demente en 1525 al casarse con Juan III de Portugal). Y allí pasaría sus días,
siendo visitada muy pocas veces, como por ejemplo las que sostuvo con su hijo
Carlos (futuro rey y emperador) y con los comuneros que la querían proclamar
reina, hasta su muerte en 1555. En verdad sorprende lo longeva que fue Juana para
su época pues en total vivió 76 años.
Javier Manso nos
explica todos estos hechos, y muchos más, que harán las delicias de los
lectores, y que les enseñará cómo fue la vida de aquella mujer excelsa que vivió
desde el principio de sus días de forma plena y que por culpa de las ansias de
poder de los hombres que había a su alrededor pasó de ser infanta real a una
pobre mujer motejada de loca y cautiva en un triste destierro en Tordesillas.