Una de las
canciones más conocidas de la música española (y que alguna vez he dicho que
debía ser nuestro himno nacional) es Suspiros
de España. Este famoso pasodoble lo popularizo la tonadillera Estrellita
Castro en la película homónima de 1939 y
en la postguerra fue cantada tanto por los exiliados republicanos que añoraban
su tierra natal como por los vencedores de la contienda civil. Pero muy pocos
saben que este pasodoble tiene un origen de lo más “dulce” ya que fue creado en
1902 por el compositor jienense Antonio Álvarez Alonso (1867 – 1903) quien
tocaba en un café de la calle Mayor de Cartagena. Una vez que acudía a tocar se
fijó que en una pastelería que había en la misma calle había unos dulces de merénguese
llamados “Suspiros”, y, como si estuviera predestinado a ello, en cuanto llegó
al café se acordó de ellos y se puso a componer una de las canciones más
inmortales de la música española.