Una vez finalizada la Guerra Civil, los vencidos fueron hacinados por los vencedores en prisiones y campos de concentración. El volumen de prisioneros fue tan grande que las autoridades comenzaron su exterminio o su inclusión en batallones de trabajo, lo que después se ha visto que fue un tipo de esclavitud.
También en esta época se dio uno de los hechos más vergonzosos de nuestra historia: la búsqueda de avales por parte de personas adheridas al nuevo régimen que avalaban la lealtad a España y a Franco de prisioneros. Hubo verdaderos abusos e injusticias e, incluso, tráfico de avales. Hubo hechos traídos de otras épocas, como mujeres que se acostaban con aquellos que firmaban dichos avales para salvar a sus maridos.
Aquellos que no conseguían avales tenían tres salidas: el fusilamiento, la prisión/campo de concentración o la inclusión en batallones de trabajadores. Uno de estos batallones, situado en la provincia de Alicante, se hizo famoso por su afición a los pájaros. En la prisión de Alicante, donde dormían, los gorriones anidaban en el tejado y, a veces, esos nidos caían y los presos recogían las crías. Las cuidaban porque en esa actividad tenían un poco de libertad, un pequeño aliento de vida. Uno de los presos, aquel que ocupaba la celda 303, miembro del batallón de trabajadores pero en espera de condena crió al pequeño gorrión. Éste se sintió tan unido a su dueño que no abandonó la prisión. Volaba y recorría los pasillos y galerías, pero nunca se equivocaba de celda cuando el preso regresaba del trabajo. Al final el reo fue condenado a muerte y fusilado. El pájaro lo acompañó hasta el último momento.
A la mañana siguiente, al ir a recoger los pocos objetos personales que tenía el hombre, los guardias se encontraron el cuerpo muerto del pajarillo.
Por: José Antonio