jueves, 11 de agosto de 2011

EL QUIETISMO



No todo en el Reino de Cristo en el Imperio Español era uniforme, monolítico y tranquilo como una balsa de aceite. Durante el reinado de los Austrias surgieron una colección de místicos, como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, entre otros muchos (ponerlos todos haría que se alargara en exceso esta pequeña historia) que dieron un nuevo impulso modernizador a la antigua iglesia medieval que parecía estancada en rígidas y absurdas normas arcaicas. El surgimiento de todas estas figuras místicas produjo una auténtica fiebre de religiosidad entre la población haciendo que cualquier movimiento o renovación eclesial captara una enorme multitud de adeptos. La mayoría de estas nuevas formas de comprender la religión y la comunicación con Dios eran muy intimistas, buscando más el interior que el excesivo boato del exterior. Y he aquí que surge con fuerza y hacia el final de la época de los grandes místicos la figura de Miguel de Molinos, que promulgaba una doctrina que iba más allá de las propugnadas anteriormente. Esta nueva idea se llamó el Quietismo.

Miguel de Molinos (1628 – 1696) era oriundo de Muniesa (Teruel) y siempre estuvo interesado en el estudio de Teología y Religión. En Valencia estudió esta rama y se consagró como sacerdote llegando a ser confesor de monjas y penitenciado del Colegio del Corpus Christi. Viajó a Roma en 1665 para defender la beatificación de Francisco Jerónimo Simó, y justamente en ese momento, en aquella ciudad, es donde consigue su fama de asceta e iluminado, llegando a ser amigo del mismísimo Papa Inocencio XI. Incluso se carteó durante un tiempo con la reina Cristina de Suecia. Fue en aquella época tan gloriosa para él donde ideó el Quietismo.

Pero ¿En que consistía este nuevo movimiento religioso? Esencialmente y como su nombre indica se trata de afrontar la vida con pasividad de manera espiritual y mística. Es decir, tomarse la vida de una manera contemplativa pues para que el alma consiga un estado de perfeccionamiento se ha de llegar a la abolición de la voluntad. Ésta se consigue cuando el alma, después de sofocar los ruidos exteriores y de reprimir los movimientos innecesarios, consigue hablar mejor con Dios. El alma esta en plena quietud, no razona, ni se altera y por tanto esta preparada como un lago tranquilo para aceptar pasivamente al Creador. Dios solo entrará en nuestro cuerpo cuando la puerta se este quieta y su paso franco.

Esta idea fue promovida por Miguel de Molinos en su libro Guía espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la paz interior, publicada en 1675. Pero rápidamente (1678) fue atacado por la Inquisición y su obra puesta en la lista de Libros Prohibidos. Fue acusado por los jesuitas Gotardo Bell`Uomo y Paolo Segenri de posturas contrarias a la Santa Madre Iglesia teniendo la oportunidad de defenderse en un juicio. Allí escribió la réplica Defensa de la contemplación pero no tuvo éxito ya que fue archivada y en 1685 fue detenido junto con sus seguidores. La Santa Inquisición para sacar a la luz cualquier falta llegó hasta el tormento e incluso a ser acusado de sodomita recalcitrante. Tuvo que retractarse en Roma, en la Iglesia de Santa María Sopra Minerva y condenado a ser recluido, portar un hábito penitencial y rezar continuamente un tercio del Rosario y un Credo. Inocencio XI, que había sido su amigo  ratificó la sentencia y publicó la bula Coelestis Pastor para evitar futuras irrupciones quietistas. Nada se pudo hacer por salvar a Miguel llegando el Vaticano en época de Inocencio XII a exiliar al teólogo y arzobispo Cambrai Fenelón por ser defensor y difusor del quietismo.

Como se podrá ver esta práctica religiosa de Miguel de Molinos se parece un poco a una versión de ejercicios Zen pero en Occidente. Aunque atendiendo a la verdad tiene una relación más directa con otro movimiento místico, el  Hesicasmo. Éste arraigó sobre todo en la Iglesia Oriental y Ortodoxa en el siglo IV d. C llegando a tener mucha difusión entre los llamados Padres del Desierto. El Hesicasmo propugna que para conseguir la paz con Dios y una posterior unión ha de producirse tres premisas: soledad, silencio y… quietud. Las ideas del Quietismo tuvieron mucho arraigo no solo en España, sino también en Francia e Italia y su influencia incluso se percibe en el siglo XX ya que lo podemos ver en la obra del poeta José Valente.