martes, 30 de agosto de 2011

EL TRIBUTO DE LAS CIEN DONCELLAS



Hacia finales del siglo VIII d.C la supremacía del Emirato de Córdoba en la Península era indiscutible. La sombra de Abderrahman I era demasiado alargada y densa, pesando demasiado en el débil e incierto Reino de Asturias. El que mejor sintió su impotencia frente a la media luna fue el rey Mauregato, hijo bastardo de Alfonso I, que para conseguir el trono se apoyó en el poder del alfanje del emir de todo el Al-Andalus (783). Como premio por haberle alzado a lo más alto decidió pagarle con el vergonzoso botín llamado míticamente el Tributo de las Cien Doncellas.

Este ignominioso trato consistía en entregar cada cierto tiempo un total de cien doncellas, mitad de alto linaje y otra mitad del pueblo llano, con dirección al harem de propio emir o de los más potentados prometiéndoles un terrible destino de muerte y vergüenza. Estas pobres mujeres iban  escoltadas hacia terreno musulmán en donde eran abandonadas a su suerte causando un gran desasosiego entre sus familiares pues sabían que era la última vez que las veían con vida. Este hecho escandaloso no podía seguir por más tiempo y en el 788 el conde Don Arias y el conde Don Oveco decidieron acabar con la vida del rey. Se entronizó entonces a Bermudo I que ofreció cambiar el tributo por un pago anual en metálico. Y siguiendo el tiempo Alfonso II el Casto también se plantó ante las exigencias musulmanas provocando la famosa Batalla de los Lodos.

Pero a pesar de la derrota Abderrahman forzó al sucesor de Alfonso II, Ramiro I,  a volver al deshonroso tributo. El reino de Asturias volvía a ser débil, llevado acá y allá por los caprichos del emir de Córdoba. Pero las conveniencias políticas no satisfacían a los humildes cristianos y un año los habitantes de Simancas decidieron cortar las manos a las sietes doncellas que tenían que ser ofrecidas. Esto provocó una escalada bélica que llevó a la guerra a ambos reinos. Primeramente se produce la Batalla de Iregua (Logroño) donde se consuma el descalabró cristiano y la perdida de gran parte de su potencial con la muerte de muchos de sus caballeros. El rey Ramiro escapó a la desesperada y se refugió cerca de un bosque. En la tranquilidad de la noche, cuando las cigarras cantan y el búho es el señor del bosque, al rey se le presentó en sueños el apóstol Santiago que le dijo:

Ten valor, pues yo he de venir en tu ayuda y mañana, con el poder de Dios, vencerás a toda esta muchedumbre de enemigos, por quienes te ves cercado.

Y vaya si vino. Al día se produjo la mítica Batalla de Clavijo donde muchos soldados cristianos y musulmanes vieron con sus propios ojos como un caballero, en un caballo blanco que portaba en una mano una gran espada y en la otra una cruz, y que estaba rodeado de un halo divino, segaba la vida de más de 70.000 enemigos de las huestes ismaelitas. Éstos huyeron despavoridos ante este milagro quedando a los cristianos en el campo como auténticos vencedores. Santiago persiguió a los musulmanes y no cesó de estar a sus espaldas hasta llegar a la comarca riojana de Jubera, donde desapareció tras oírse un trueno muy grande.

Aquella extraordinaria victoria (que solo fue reconocida por el Obispo Jiménez de Rada en el siglo XIII) tuvo como consecuencia que se retirara para siempre la entrega de las Cien Doncellas y por otro la instauración del Voto de Santiago, el cual siguió vigente hasta 1812. Aun hoy se sigue celebrando el Tributo de las Cien Doncellas en diferentes partes de España como en La Rioja, Soria y Teruel. En León, por ejemplo, se las denomina como Las Cantaderas, las cuales son conducidas cada año por la figura de La Sotadera. Como se verá el recuerdo de este tributo sigue vigente en nuestras memorias, esa memoria soñada tan preciosa que hay en nuestro país.