Esta historia que les ofrezco tiene un lado desmitificador e ilustrativo y por otro una cara más curiosa. Empecemos por la faceta más cultural, que no siempre es la más aburrida, verán. Siempre nos han dicho desde que éramos jóvenes estudiantes que los tres barcos que arribaron a las costas de América aquel 12 de Octubre de 1492 eran tres carabelas, a saber, la Niña, La Pinta y La Santamaría. Nos lo decían desde el colegio hasta la Universidad de manera machacona. Es un caso de imposición histórica por repetición. Pregunten a cualquiera y verán que no me equivoco. Pero ¿y si les dijera que en verdad no son tres carabelas sino solamente dos? Más de uno le tacharía de loco e ilustrado. Compruébenlo y verán.
Permítanme que me explique. Es verdad que tres barcos llegaron frente a la isla de Guanahaní en aquella fecha histórica. Pero solamente dos La Niña y La Pinta eran carabelas, mientras que La Santamaría era una nao de lo más marinera, vamos, que incluso se la puede llamar como La Nao Capitana.
Pero, y ya llegó a la parte más curiosona, dos de ellas en verdad no se llamaban originalmente como nos ha enseñado la Gran Historia:
a) La carabela La Niña en un principio se llamó La Santa Clara en honor del Monasterio de Santa Clara situado en Moguer. Se construyó en el Puerto de la Ribera del pueblo anteriormente mencionado, y cambió su nombre a La Niña debido a sus constructores: los hermanos Niño, Pedro Alfonso, Francisco y Juan. La amistad de estos hermanos con los Pinzón fue clave para que la gente de Huelva se embarcara en la gran aventura colombina.
b) La nao Santa María era propiedad de Juan de la Cosa y cuando embarrancó en las tierras recién descubiertas sirvió como base para hacer el Fuerte Navidad donde se quedaron 39 hombres abandonados ya que todos no cabían en el viaje de retorno. Pues bien, el caso de transformismo de esta nao es increíble. Primeramente se llamó La Gallega ya que fue construida en Galicia, y junto con el nombre oficial de Santa María los marineros la llamaban cariñosamente La Marigalante.
Por razones de estética el nombre de este último barco se cambió en el transcurso del viaje pues a Colón no le parecía bien que el nombre de las tres embajadoras de la fe se llamaran La Pinta, La Niña y La Marigalante, pareciendo, como bien argumenta Vázquez Figueroa “una alegre excursión de prostitutas a la caza de aventuras picantes en vez de una seria expedición en busca del Gran Khan…”
Así que si alguna vez alguien le habla de las tres “carabelas de Colón” ya tiene datos para rebatirle y quedar a su interlocutor con la boca abierta.