jueves, 15 de septiembre de 2011

LA MARIBLANCA



Imagínese que a usted le echan de su hogar y le sustituyen por otra persona, y que pasado un tiempo, al volver, ya pasado los años, sigue estando allí  en su salón mirándole con ojos guasones ¿no le molestaría un poco? ¿No se preguntaría el por qué de su desgracia? Pues lo mismo debe de sentir cada día en su pétrea piel una de las personas más queridas y castizas de todo Madrid: La Mariblanca.

No ha habido estatua más viajera en la capital de las españas y que más leyenda haya tenido detrás que esta representación de Diana o Venus. Si actualmente residen en Madrid, o han decidido hacer un poco de turismo por la ciudad no se olviden de visitarla, en la Puerta del Sol, al comienzo de la Calle Arenal. Allí esta ella, pequeñita y blanca entre sus ropajes de diosa griega mientras observa con ojos envidiosos como a lo lejos en el centro de la plaza que anteriormente había sido suya un rey algo gordo llamado Carlos III le usurpa el protagonismo que tuvo ella desde el siglo XVII.

Pues sí, por que desde 1625 nuestra buena señora italiana fue traída a España desde Italia gracias a la compra por parte de un mercader florentino llamado Ludovico Turchi. No entró con buen pie en la capital del imperio hispánico pues al ser traída a Madrid por un carretero alicantino llamado Domingo Núñez, se la encontraron decapitada debido a los vaivenes del viaje. Claro esta, esta negligencia en la mudanza le costó al buen carretero el descuento de 100 reales en la cuenta final de su contrato. Quién le iba a decir a ella que éste no sería el fin de sus problemas.  Con mucho cuidado la instalaron en el centro de una gran fuente, hoy desaparecida, frente a la mítica Iglesia del Buen Suceso, también borrada por el paso del tiempo. Este gran surtidor de agua, llamado Fuente de la Fe, fue construido por otro italiano llamado Rutilio Gaci, y que según los entendidos en historia de Madrid tenía muchos caños donde los aguadores podían llenar sus cantaros sin problemas. El trajín de estos aguadores, el ir y venir continuamente a la fuente, hizo que éstos le cogieran cariño a la estatua y la llamaran cariñosamente La Mariblanca.

Pero llegó el siglo XVIII y comienza el auténtico viaje de nuestra dama. La fuente fue demolida y transformada, pasando de ser bendita a maligna pues ahora La Mariblanca estaba rodeada de unas figuras horribles las cuales soltaban agua por los pechos y que por ello se la llamó La Fuente de las Arpías. Que miedo debía pasar por las noches viéndose rodeada por aquellas horribles bestezuelas.

Juan Pedro Ayegui en el siglo XIX tuvo la idea de eliminar definitivamente la fuente para que la plaza fuera más espaciosa y así redistribuir el agua de Madrid. Por ello en 1858 Mariblanca tuvo que hacer las maletas e irse a la plaza cercana de las Descalzas Reales para observar el leve ir y venir de las monjitas. Pero antes de que le diera tiempo a deshacer sus pertenencias se decidió demoler de nuevo la fuente e instalar en ella la vetusta estatua de Francisco Piquer, fundador del Monte de Piedad. ¿A dónde iría ahora? Pues a los almacenes de la Villa hasta 1912 en donde se pensó darle la jubilación instalándola entre los árboles de los Jardines del Buen Retiro en donde podría solazarse con los bellos otoños de Madrid.

Allí pasó muchos años, e incluso vivió una guerra civil entre hermanos, hasta que en 1969 decidieron que qué era eso de estar tan ociosa, así que la llevaron a un templete de estilo clasicista muy bonito en el Paseo de Recoletos. Pero en 1984 unos salvajes la atacaron con total impunidad y nocturnidad y le arrancaron varios trozos de cuerpo. Aunque ella no tiene un corazón como el nuestro, sintió con lágrimas de piedra  como le quitaban una a una sus queridas partes. Quedo solita y tirada hasta que unos buenos madrileños la salvaron  y decidieron restaurarla en el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Tan linda quedó que para evitar que volvieran a romperla la llevaron a un sitio preferente del Museo de Historia de Madrid.

En 1985, aquel alcalde de Madrid que tanto le gustaba la Movida, Enrique Tierno Galván pensó en hacer una copia y llevarla de nuevo al sitió original donde moraba en la antigüedad, entre la Calle Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Aunque no estaba mal volver a ver aquella plaza el sitio no le gustó demasiado pues ya no estaban aquellos simpáticos aguadores que tantos piropos le lanzaban. El 25 de Septiembre de 2009, y debido a las reforma de La Plaza del Sol la volvieron a agarrar de sus maltrechos huesos y la llevaron al lado opuesto donde actualmente mira a los viandantes pensando cuánto han cambiado desde que fue traída sin cabeza aquella fría mañana de 1625.