lunes, 31 de diciembre de 2012

LA HISTORIA DE LAS MONTAÑAS RUSAS

Sube y baja. La historia de las Montaña Rusas es también un camino de plagado de momentos de éxitos y situaciones de vertiginosas caídas en el olvido. No es un invento reciente sino que ya existía hace casi cinco siglos. Como su nombre indica el origen de este ingenio es ruso. A finales del siglo XVI y principios del XVII en medio de las heladas estepas el hombre había construido para su diversión una serie de torres de madera con una altura de 30 metros. Se preguntaran ¿y que tiene de divertido escalar una torre de esas dimensiones? Pues muy sencillo porque arriba había una plataforma como punto de partida seguido de una empinada rampa de hielo en la que te dejabas caer metido en un trineo guiado por un experto auriga. A gran velocidad se llegaba a otra segunda plataforma para después volver al punto de partida. Fueron tan populares que incluso en el fastuoso San Petersburgo se iluminaban por la noche utilizando farolas de colores.

A finales del siglo XVIII un viajero francés que acababa de llegar a Rusia quedó fascinado por este espectáculo y decidió adaptarlo en Paris. Pero como en la capital gala no había tanta nieve ni hielo como en las estepas decidió construir rampas de madera con rodillos por el que el público pudiera descender. En 1804 comienza aparecer este tipo de montañas por toda Francia siendo la más famosa la Promenades Aeriennes que tenía una caída de 25 metros y podía alcanzar una velocidad de 64 kilómetros por hora. Aun así, a pesar de los momentos de alegría y emociones fuertes que pasaron los franceses pronto el interés por esta diversión cayó en picado, tanto que a finales del siglo XIX esta atracción desaparece por completo.

Pero fue en Estados Unidos donde las montañas rusas vuelven a aparecer. En 1870 un tren minero abandonado fue adaptado por los ciudadanos del pueblecito de Mauch Chunk (Pennsylvania) para disfrutar de subidas y bajadas de vértigo. En cuanto este artilugio fue abierto al turismo hubo colas kilométricas de cientos de personas, que pagaban 5 centavos por vivir la frenética sensación de viajar a una velocidad media de 10 kilómetros por hora. Este invento comenzó a hacer furor, y fue en 1884 cuando se inaugura en Coney Island (Nueva Cork) el Gravity Pleasure Switchback Railroad, más conocido en español como “el ferrocarril de placer gravitacional”. Su creador fue Marius Adna Thompson, el cual trazó un recorrido ondulante de 180 metros con el que se alcanzaba una velocidad de 10 kilómetros hora. La misma que la del ingenio de Mauch Chunk. La diferencia era que cuando los viajeros llegaban al final el carro era empujado por unos empleados para hacerlo regresar por una segunda vía. Tanto éxito tuvo esta atracción que muy pronto se revalorizó obteniendo Marius Adna Thompson los 1600 dólares que había invertido. La inclusión de la electricidad, y los avances científicos en cuestión de ingeniería hicieron que con el tiempo aquellas heladas montañas rusas se convirtieran en las reinas de los parques de atracciones.