miércoles, 1 de mayo de 2013

LA HERENCIA DE DON MENDO

Parece que el gran comediógrafo Don Pedro Muñoz Seca (1881-1936), autor de la inmortal obra La venganza de don Mendo, tenía la costumbre de desayunar todas las mañanas un café y tostada en el madrileño Café Levante mientras leía el ABC para informarse de cómo iba el mundo. Pero también todas las mañanas una anciana mendiga merodeaba las mesas del Café pidiendo algo de comer. Don Pedro, en vez de molestarse, al revés, como si fuera un hábito diario siempre le daba media tostada para que comiera ella y el periódico para que lo revendiera y así poder sacar algunas monedas para su triste prole.

Ocurrió que un día la anciana no apareció y eso extraño al comediógrafo. Preguntó por ella pero nadie supo darle razón de donde se había metido. Incluso se dice que le daba reparo comerse la tostada entera. Pues bien, fue pasando el tiempo y el local parece que se fue acostumbrado a la ausencia de la mujer, hasta que un día aparecieron por la puerta otras dos mendigas, igualmente ancianas, que en vez de pedir entre las mesas se fueron directamente a donde estaba la de Muñoz Seca. Una de ellas, sin sentirse intimidada, le dijo:

-Echará usted de menos a la anciana que venía todas las mañanas

Él se levantó rápidamente y dijo con preocupación:

-Sí es cierto, ¿está enferma?

-Pues… ha muerto, señor. Nosotras la hemos asistido y nos ha dejado su herencia.

¿Qué herencia? ¿Es que les tenía que dejar algo? –preguntó extrañado el escritor, que no sabía muy bien de que hablaban esas mujeres.

La que llevaba la voz cantante lo cogió del brazo, y señalándose primero a ella y luego a su compañera dijo finalmente:

-Sí, a mí la media tostada, y a mi amiga el ABC.