sábado, 24 de agosto de 2013

EL RATONCITO PÉREZ Y ALFONSO XIII



No había tiempo que perder… ¡al rey Alfonso se le había caído un diente y nadie sabía como endulzarle la verdad! Es por ello que una fría noche de 1894 la reina Maria Cristina hiciera llamar urgentemente al escritor jesuita Luis Coloma para que acudiera a Palacio. Cuando el religioso se presentó ante ella le ordenó que le escribiera un cuento al rey para que de una manera infantil le contara el motivo de por qué se caen los dientes. Después de  recuperarse de la sorpresa inicial el jesuita regresó a su celda y tras estudiar el asunto dio con la solución: solo existía un ser que pudiera llevarse todos los dientes del mundo sin ser visto ni oído, un animalillo diminuto… un ratón. De esta manera nació la figura inmortal del Ratoncito Pérez. Días después, se presentó de nuevo ante la reina y le tendió unos folios en los el escritor había escrito la leyenda del roedor. Parece ser que nuestro protagonista  vivía dentro una caja de galletas en la famosa pastelería Prast de Madrid y continuamente se escapaba de allí y se dedicaba a ir por las casas de los niños pobres y del niño rey Buby (apelativo cariñoso con el que en la realidad la reina llamaba a su hijo) para recoger los dientes que se les había caído. De esta manera el ratoncito Pérez también aprovechaba la ocasión para contarle al niño rey las penurias que pasaban los niños pobres antes de depositar un maravilloso toisón de oro bajo la regia almohada.

A Alfonso XIII le gustó tanto el cuento que en poco tiempo no solo consiguió hacerle olvidar la pena por la perdida del diente, sino que también alcanzó gran fama en toda España, tanta que se ha convertido en un mito popular en el que muchos niños todavía creen. En homenaje a este cuento tan curioso la ciudad de Madrid le puso una placa conmemorativa en el numero 8 de la calle Arenal ya que parece que allí era, según el cuento, donde vivía maese Pérez. La placa nos dice lo siguiente:

Aquí vivía, en una caja de galletas, Ratón Pérez, según el cuento que el padre Coloma escribió para el niño Alfonso XIII.