Enrique IV de
Francia (1553 – 1610), alias el Caballero Verde, también conocido como el rey a
quien le vino bien decir aquello de “París bien vale una misa” era famoso por
muchas cosas: mujeriego, inteligente, y que… ¡nunca se lavaba!. Tanto era el
pestazo que emanaba de su cuerpo que algunas de sus amantes, y la propia reina,
se desmayaron en la misma cama al no poder soportar aquel olor tan nauseabundo.
Aun así, también se sabe que otras
amantes no tenían problema en compartir lecho con el rey ya que eran aficionada
a aquel olor rancio de macho cabrío.