He matado a 242 alemanes, incluidos más de
diez francotiradores enemigos. Siempre he tenido la convicción de que soy más
astuto y fuerte que los alemanes, y de que mi fusil dispara con mayor precisión
que un fusil alemán. Conservo la calma en todo momento, y por eso nunca siento
miedo a los alemanes.
Silencio. Solo permanece
el viento que arrastra las cenizas del campo de batalla. Parece que todo está
tranquilo. El capitán, algo nervioso, manda a sus tropas que avancen por la
calle desierta. La zona parece despejada. Sin peligro aparente. Pero de pronto
a su derecha uno de sus soldados cae. No por una bomba fulminante sino de un
rápido disparo que le ha seccionado el cuello. Lo mismo le pasa al que esta a
su izquierda que también cae al suelo con un nuevo ojo en la frente. Ahora el
capitán se arrepiente de haber dado la orden. Un error grave pues se da cuenta
de que en aquella atmósfera estática hay un asesino frío y calculador… un
francotirador no identificado. La última bala directa a sus ojos le confirma que
aquella piedra inmóvil no era tal…
Esta breve
escenificación bélica es la que mejor ejemplifica el mito del francotirador. La
idea de un asesino solitario que desde un lugar oculto, mimetizado con el
ambiente, puede sembrar de terror al enemigo y que gracias a su pericia puede
acabar en un momento con más soldados desprevenidos que todo un pelotón de
fieros guerreros. De este tipo de soldados se ha hablado mucho y se les ha
representado cientos de veces como una especie de Segador silencioso. Y quien mejor
lo ha ejemplificado, siendo todo un as dentro del cuerpo de francotiradores, es
el ruso Vasili Záitsev del cual todavía se siguen estudiando sus métodos y
estratagemas de combate en las academias militares de medio mundo. Es por ello
que estamos de enhorabuena al tener entre nuestras manos un libro esencial
dentro de la historiografía de la Segunda Guerra: Memorias de un Francotirador en Stalingrado, escritas por el mismo
Vasili Záitsev y publicadas recientemente por la editorial Crítica. (Sigue)
Que nadie piense
que a pesar del titulo del libro, estas memorias solo hablen de la Batalla de
Stalingrado ( 23 de Agosto de 1942 – 2 de Febrero de 1943) pues el autor,
aunque se centra esencialmente en la batalla que le catapultó a la fama,
también hace un preámbulo bastante interesante sobre su formación como cazador
allá en una taiga de los Urales junto a su abuelo cazando primero con arco y
flechas y después con arma de fuego, para luego pasar a describirnos como a los
27 años era marino en la flota rusa del Pacífico, la cual estaba varada en
Vladivostov. Pero aunque lucía con orgullo su camiseta telniashka (hecha a base de rayas azules y blancas, todo un símbolo
del valor) en aquello barcos, por dentro le escocía no estar luchando en
Stalingrado mientras muchos de sus amigos morían allí defendiendo a la Madre Patria.
Así que no dudó en presentarse voluntario para ir a la ciudad del Volga junto
con un destacamento compuesto de marineros y soldados. En concreto el 248ª
División de fusileros.
El 22 de
Septiembre de 1942 se produce su paso por el río hasta la ciudad apocalíptica.
A la vista de nuestro protagonista se alzan en medio de la noche ruinas
gigantescas de fuego y humo, iluminadas de balas trazadoras, de lo que antes
fue una prospera ciudad industrial. Esta visión horrible no le amilana y pronto
traba combate contra los alemanes en las mismas orillas del Volga. Pero todavía
no es el mítico tirador que todos conocemos. Días y días han de pasar hasta que
un buen día sus oficiales ven en él una peripecia para disparar desde lo lejos
al enemigo fuera de lo común. Así pues llega el día en que su habilidad
consigue que el alto mando tenga a bien ponerle en sus manos un fusil nº 2826
de francotirador. No se arrepentirán de ello. Mientras tanto Záitsev, que ya
pertenecía al KOMSOMOL (Unión Comunista de la Juventud) pasa a formar parte del
Partido Comunista.
Desde ese
momento comienza su adiestramiento como tirador de primera, superando pronto a
sus maestros. Gracias a sus dotes especiales y a su condición de cazador pronto
se convierte en leyenda tanto entre rusos como entre alemanes. Sabe que la
experiencia es el mejor aprendizaje dentro del mundo de los francotiradores por
lo que a las enseñanzas recibidas se permite utilizar métodos y estrategias
propias de antiguo cazador. Destacan sus hazañas en aquella “guerra de ratas”
matando alrededor de seis alemanes diarios, siendo estatua inerte entre los
cascotes de las derruidas fabricas o en la suicida reconquista de la colina
Mamaiev. Aun así Záitsev no es inmortal e incluso recibe una herida de metralla
que le deja temporalmente fuera de combate. Después de recuperarse vuelve al
servicio activo y como premio a sus dotes increíbles le conceden la mención honorífica
más alta de Rusia: La Estrella de Oro de Héroe de la Unión Soviética.
Como se puede
ver Memorias de un Francotirador en
Stalingrado son ante todo un relato emocionante de una batalla que costó
alrededor de cuatro millones de vidas. Vasili Záitsev plasma en esta obra el
día a día de la vida de un soldado en Stalingrado. Nos movemos entre el fango
de las trincheras, la sangre derramada por soldados que no duran más de 24
horas, y el fuego de un verdadero infierno en donde incluso existían calles en
donde no se podía respirar. Un verdadero agujero dantesco en el que cualquiera
que entrara no tenía esperanzas de salir nunca más. Por tanto no son unas
memorias escritas desde la lejanía sino que con estilo enérgico, directo e
inteligente nuestro francotirador ofrece la realidad de lo que es una guerra
llena tanto de actos heroicos como estúpidos a la vez. En resumidas cuentas, un
libro que no da tregua al lector.
Antes de
terminar me gustaría añadir que Memorias
de un Francotirador en Stalingrado también es una obra que se reivindica a
sí misma pues nos aleja de todos los estereotipos expuestos por el film de
Jean-Jacques-Arnaud Enemigo a las puertas
(2001). Después de leer el libro se da uno cuenta que de que lo único que ha
hecho el director de cine ha sido coger el nombre del personaje y ponerlo en un
ambiente bien recreado. Nada más. Es decir que no existe ningún viso de verosimilitud
entre la película y la historia real. Para empezar la fisonomía de Záitsev: el
francotirador real era algo bajito y achaparrado… ¡vamos nada que ver con Jude
Law! En estas memorias no aparecen los pelotones de fusilamiento a regimientos
de penados mientras que en la película de alto contenido anticomunista existen
desde el principio. Es posible que los hubiera pero no en el momento en que
Záitsev recala en Stalingrado. Cuando llega a la ciudad humeante en la realidad
lo hace de noche de manera tranquila mientras que en la película son
ametrallados por aviones a pleno día. Y por último y más importante el eje del
film, el duelo continuo entre el francotirador alemán y ruso no existe. Es pura
ficción. Záitsev se bate de continuo no contra soldados alemanes rasos sino
también contra sus homólogos teutones, pero en ningún momento Berlín envió a
una especie de súper francotirador a matarle. En fin… como se podrá ver la
película ha hecho más daño que bien a la figura de nuestro héroe ruso, y aunque
es entretenida les recomiendo que mejor se lean el libro pues, les aseguro, se sumergirán
en una batalla en la que hombres como Záitsev hicieron tambalear al Reich de
los Mil Años.