lunes, 31 de marzo de 2014

EL NOGAL DE NERÓN



Después de que el general Galba y el Senado convirtieran a Nerón en el enemigo público numero 1 en junio del 68 d. C, éste no tuvo más remedio que huir de Roma y refugiarse en una casa a las afueras de la ciudad. Cuando oyó que se acercaban los soldados para matarle le pidió a su secretario Epafrodito que le clavara una espada en el cuello. Mientras el arma  se hundía  en la garganta del ex emperador todavía le quedó tiempo de dejar unas palabras a la posteridad:

¡Que gran artista muere conmigo!

Sus restos fueron llevados a Roma donde fue incinerado, pero tanto odio había levantado entre la gente que no consintieron que sus huesos reposaran en la ciudad por lo que fueron depositados en una tumba más allá de las murallas. Con el paso del tiempo allí encima creció un bello nogal convirtiéndose el lugar de la noche a la mañana en centro de reunión de hechiceros y brujas que no hacían otra cosa que pedir consejo al fantasma de Nerón.

Pasaron más de mil años y el espectro del emperador siguió paseándose por la Ciudad Eterna. Muchos eran los que atestiguaban haberlo visto con su lira por las ruinas del antiguo Foro o por las desmoronadas paredes de sus antiguos palacios. Para acabar con esta locura el entonces papa Pascual II (1099 – 1118) decidió hacer un exorcismo para librarse de este incordio. En primer lugar ordenó que todos los romanos hicieran ayuno durante unos días hasta que le viniera la inspiración. A los tres días, según cuenta la leyenda, se le apareció la Virgen María quien le susurró al oído la mejor manera de acabar con aquel espíritu diabólico. Sin perder tiempo, al día siguiente se personó, junto con otros miles de curiosos, al lado del nogal y acto seguido procedió a talarlo. En cuanto lo hubo hecho abrió la tumba, recogió los pocos huesos que quedaban y directamente los tiró al río.

Muchos años después otro papa, Sixto IV, erigió en aquel lugar la Iglesia de Santa María, situada actualmente la famosa Piazza del Popolo. Si uno entra en aquel recinto podrá observar una pintura que representa el mismo momento en que Pascual II hinca el hacha en la carne de aquel árbol tan imperial.