La película de
Steven Spielberg War Horse (Caballo
de Batalla) nos muestra uno de los datos menos conocidos de la Primera Guerra
Mundial, la gran masacre de caballos que se produjo en el mundo embarrado de
las trincheras durante aquellos cuatro años de locura colectiva. Aunque la
cifra de muertes es mayor en el bando alemán, se calcula que perecieron un
total de ¡8 millones de caballos! Para ejemplificar esta cifra tan terrible se
cree que solamente en el frente occidental los ingleses perdieron 256.000 de
sus monturas ya fueran ametralladas o reventando mientras portaban pesados
cañones y otros pertrechos. Son muchas las historias que nos hablan de
heroicidades de equinos durante la contienda, pero existe una entre ellas que
nos recuerda mucho a la que Spielberg nos presentó en pantalla. Ocurrió en 1917
en una localidad de Oriente Próximo llamada Lajj cuando el 13º de Húsares
Británicos se lanzó a la carga, a imitación de aquellas del siglo XIX, contra
un convoy turco sin darse cuenta que éste estaba fuertemente pertrechado y
defendido por su propia infantería que a golpe de metralleta acabó segando la
vida a la mitad de los valientes jinetes ingleses. Entre las perdidas se
encontraba el capitán Eve, y a pesar de que buscaron a su caballo Caprice, no consiguieron encontrarlo.
Tal vez escapó asustado por el ruido de los cañones y las balas al igual que su
colega Joey en Caballo de Batalla. Pasó el tiempo y éste acabó apareciendo en un
regimiento indio de caballería. En cuanto su viuda se enteró del hecho lo
reclamó y le fue llevado a Inglaterra con todos los honores para que tuviera un
recuerdo de su amado capitán.