miércoles, 1 de octubre de 2014

CÉSAR NO DIJO ESO



El Rubicón es un pequeño río del noreste de Italia que en la antigüedad servía de frontera entre la Galia Cisalpina y la Península Itálica. Parecía que la Historia no tenía nada especial reservado a aquel riachuelo, pero en la noche del 11 de Enero del 49 a.C, ocurrió allí algo que nadie esperaba. Julio César, el gran conquistador de la Galia, viendo vulnerado sus derechos de victoria y con la intención de afrontar las acusaciones que se habían hecho contra él por corrupción, decidió arriesgar el todo por el todo y atravesar aquella cinta de agua al frente de su fiel legión, la XIII, a pesar de que al hacerlo sabía que se convertiría en un poscristo en su propia patria comenzando de este modo una cruenta guerra civil.

Aquello pasó a los anales de la Historia y fueron muchos los que recogieron este hecho. Los autores de aquella época dejaron escrito que César, al poner los pies en aquellas frías aguas, mirando al frente, soltó un suspiro y dijo: Alea jacta est, o lo que es lo mismo “la suerte está echada”. Esta famosa sentencia ha quedado impresa en todos los libros repitiéndose continuamente cuando una persona decide arriesgarse a hacer una empresa difícil. Pero en honor a la verdad y a la propia Historia, hay que decir que en realidad lo que Julio César pronunció en griego fue lo siguiente: Anerriphtho kybos. Lo dijo así porque en aquella época el griego era el lenguaje culto de las altas esferas. Se puede traducir como “¡Que ruede el dado!” o “Echemos los dados” (como curiosidad indicar que la mejor tirada en los dados romanos era “la suerte de Venus”) Finalmente decir que Julio César la tomó prestada del comediógrafo Menandro, que era uno de sus autores favoritos.