martes, 14 de octubre de 2014

LA BERLINA DE PRIM - Ian Gibson



¡Quién fuera Prim!

Pasear por las calles de Madrid, muchas veces, es dar un paseo por su propia historia y por la del país en general. Puede uno recorrer el castizo Madrid de los Austrias y poner la mirada e imaginación en oscuros callejones donde uno puede elucubrar arriesgadas aventuras a medianoche, o también caminar por otros sitios más abiertos y ajardinados, hechos a tiralíneas puras, en el otro Madrid, el de los Borbones donde tantos adelantos técnicos y sociales hicieron que España empezara a caminar hacia la modernidad y un futuro sin miedos arcaicos. En concreto, como si fuera tuviera un mapa y un cicerone más que enseña la capital a turistas, quisiera señalarles una calle en concreto, cercana al hoy tan de moda, Congreso de los Diputados, la de Marques de Cubas. Calle bonita y limpia que muy pocas personas saben que antes tenía otro nombre, más sonoro y ampuloso, Del Turco. Y es, precisamente, en esa misma calle donde hace unos siglos se produjo uno de los expedientes X más conocidos de nuestra historia patria: el asesinato y magnicidio del Capitán General Juan Prim I Prats  una tarde noche lluviosa de un 27 de Diciembre de 1870 cuando abandonaba las Cortes de Diputados, a la espera de la llegada inminente de su apadrinado Amadeo de Saboya, y se dirigía a su casa en la Calle Barquillo. Unos emboscados, cubiertos de gruesas ropas para no ser identificados, cerraron con dos carruajes ese mismo callejón y mediante certeros disparos a fuego cruzado mataron a gran parte de la comitiva que acompañaba a Prim al hogar. Éste logró sobrevivir pero moriría  tres días después a causa de las heridas recibidas en tal mortífera trampa.


La pregunta que se nos viene ahora rápidamente a la mente es la siguiente ¿Quién mató a Prim? ¿Quién tuvo tal osadía de cambiar la historia haciéndola desembocar en nuevos regímenes como La I Republica y posteriormente a ritmo de Pavía en una nueva Monarquía borbónica? La respuesta es sencilla: nada se sabe y muchos son los sospechosos de este magnicidio a sangre fría. Éste es precisamente el punto de partida de la última obra del historiador Ian Gibson, La Berlina de Prim, ganadora este año del Premio Fernando Lara de Novela de la editorial Planeta. En ella, el autor, mediante un estilo narrativo, a caballo entre la novela y el informe periodístico, intenta desentrañar los misterios que envolvieron el asesinato del único catalán que ha accedido y aceptado ser  Presidente del Poder Ejecutivo en la Historia de España. El telón de esta novela se abre en 1873, cuando la I Republica comienza a agonizar y negros nubarrones recorren el país ante la incertidumbre de un futuro poco esperanzador. Es en esos momentos cuando desde Inglaterra, un periódico liberal The People’s World envía a un redactor para que refleje el estado actual de España y de tapadillo averiguar los motivos y al responsable del asesinato de Prim años antes. Curiosamente el enviado para tal misión es una persona muy apegada al mundo de los exiliados españoles en Reino Unido, Patrick Boyd, hijo del idealista irlandés Robert Boyd, que fue fusilado junto con Torrijos en las playas de Málaga en 1831 y esta enterrado en el Cementerio Ingles de dicha localidad. Recordando viejas amistades y con la sensación de cumplir una vieja promesa nuestro protagonista se embarca en una aventura que le llevará a distintas partes de  España, como Sevilla o Madrid, e incluso llegando a la mismísima Francia buscando quién fue la persona que ordeno a fuerza de trabucos cambiar el destino de la nación. Con gran pulso narrativo y vocación didáctica, Patrick Boyd conseguirá llegar a cada uno de los sospechosos e intentar desenmascar el turbio mundo que hay detrás de toda la sangre vertida de quién, incluso, dijo el político Henry A. Layard, embajador británico en España, que fue el hombre “más influyente del país, que había mostrado un tacto y una habilidad en sus relaciones con las Cortes, y una atención y capacidad para el Gobierno, que difícilmente podían esperarse de alguien que ha seguido una estricta carrera militar”.

Los acusados por la Historia han sido unos pocos, pero la investigación del protagonista de la novela (y de Ian Gibson) son especialmente los siguientes: a) Antonio Maria de Orleáns, duque de Montpensier, auténtico virrey en Sevilla y Andalucía, continuo conspirador y cuñado de la depuesta Isabel II por casamiento con Luisa Fernanda de Borbón, en boda doble en 1846. Ansioso de poder se sentía frustrado por no haber sido elegido Rey (lo hubiera sido, y proclamado por las mismas tropas a la manera romana, si hubiera estado en la Batalla de Alcolea en 1868) claramente se convirtió de la noche a la mañana, en la oposición más dura contra el efímero rey Amadeo de Saboya. B) José Paúl Angulo, revolucionario de pro y antiguo amigo de Prim en Londres que se sentirá engañado por él al querer volver a una monarquía, por muy constitucional que esta sea, y que clama contra la revolución armada desde su periódico “El Combate”, Considera a Prim un traidor a la “Gloriosa” de 1868 y escribe desde el diario la necesidad imperiosa de eliminarle. C) el general Serrano, general prestigioso en la Batalla de Alcolea y que se siente ninguneado por la perdida de prestigio con la llegada de Amadeo de Saboya. Estos son algunos de los sospechosos, pero La Berlina de Prim no son meras y supuestas entrevistas a estas personas o allegados a ellas, sino que es todo un muestrario de personajes esenciales de esa confusa España del Sexenio, como por ejemplo Antonio Machado Núñez, abuelo de Manuel y Antonio Machado, Juan Eugenio Hartzenbusch, director en esos momentos de la Biblioteca Nacional, o incluso el autor de los archiconocidos y esenciales Episodios Nacionales Benito Pérez Galdós. Nuestro protagonista, Patrick Boyd, tirando del hilo de Ariadna que hay entre cada declaración y cada suceso a su alrededor, recorre aquella parte de nuestra historia , enseñándonos los momentos claves de una época bastante confusa y pasada de puntillas por algunos historiadores comprendida entre 1868 y 1874 en el llamado Sexenio Revolucionario o Progresista


Ian Gibson, durante 372 páginas, nos aporta un despliegue de datos históricos inconmensurables dando toda una clase maestra de Historia a cualquier persona que desee acercarse a aquella época y moverse por un mundo incierto en donde se cocía el futuro de España. El autor de La Berlina de Prim, despierta al gran público de la amnesia que hay alrededor de este triste suceso en torno al magnificado, llamándonos la atención sobre como, desgraciadamente, gran parte de nuestra historia ha sido borrada por el olvido de los españoles. Solamente, por ponerles algunos ejemplos, si hoy mismo dieran un paseo por la ya mencionada calle de Marqués de Cuba, no verían por ningún lado placa que llame la atención de que en ese mismo punto se produjo el atentado de un Capitán General, victorioso en gran numero de batallas (guerras carlistas;  observador de la guerra ruso-turca de 1853; Guerra de Marruecos 1869; participante de la fuerza trinacional contra México en 1861; o artífice principal de “la Gloriosa” en 1868) Increíble, pero cierto. Incluso llama la atención de que en Alcolea (casi una barriada de Córdoba en la actualidad), en su puente, no halla ninguna otra placa o monumento que recuerde las cientos de victimas que hubo en aquella batalla y que produjo la ilusión de que España tendría algo parecido a una democracia. A fuerza de ser sincero, estos hechos me producen bastante vergüenza. Pero bueno… ya sabemos en que lugares y mentalidades nos movemos. Por lo menos, como consuelo, y como fuerte antídoto frente a la desmemoria, todavía nos quedan fantásticas novelas como La Berlina de Prim que nos harán rememorar aquellos hechos para que nunca caigan en el olvido de la desmemoria.

… y por cierto ¿qué fue de aquella berlina? En estos momentos se encuentra intacta y se puede visitar en el museo del Ejército situado en Toledo, justamente en su Alcázar. Así que si acuden a aquella ciudad imperial no duden en visitar el museo y sobre todo aquel coche de tan infausta memoria. Vale la pena.

Texto: Balbo
(También en Hislibris)