miércoles, 26 de noviembre de 2014

UNA ESPADA QUE CAMBIA DE MANOS



No se si acordarán ustedes que hace tiempo les hable de la enconada disputa que tenían entre sí el rey francés Francisco I y el emperador español Carlos V. Pues bien, me gustaría indicarles que estos rencores no quedaron sofocados con la muerte de ambos sino que con el paso del tiempo volvieron a surgir. La culpa de ello, aunque parezca increíble, la tuvo una espada. Pero no una espada cualquiera sino la del mismísimo Francisco I. Dejen que les refresque la memoria: parece ser que durante la batalla de Pavía (1525), el monarca francés fue apresado por el soldado Juan de Urbieta y que en el rifi rafe de la contienda el arma le fue confiscada. Desde entonces ésta permaneció en España pero pasados 283 años, un 31 de marzo de 1808, las autoridades del momento tuvieron que entregársela a las tropas francesas que moraban en Madrid, para acto seguido hacérsela llegar a Napoleón. No llama mucho la atención que el patrocinador de este acto fuera el rey felón Fernando VII. Curiosamente cuando le hicieron entrega de la espada a Napoleón éste reprendió a Murat por haber consentido aquel acto indigno e innecesario que solamente aumentaría más el odio que ya le tenían los españoles.