miércoles, 28 de enero de 2015

LA RELACIÓN LABORAL DE UNA REINA Y UN ABOGADO



Tras abdicar en 1868 la reina Isabel II tuvo que iniciar una nueva vida en París, y como suele ocurrirle a todo el mundo alguna vez en su vida necesitó un abogado para resolver un pleito. Como no se fiaba de los abogados franceses hizo llamar a Nicolás Salmerón, quien años antes había sido uno de los cuatro presidentes de la Primera República. En cuanto le vio Isabel  le comunicó sus necesidades, pero éste le respondió lo siguiente: “Señora, soy republicano, no seré, pues, el abogado de una reina, sino que tendré una clienta española.” Y así lo hizo desde el primer minuto. Al terminar el proceso judicial, Salmerón no le cobró nada, pero la antigua monarca quiso que por lo menos se llevase un recuerdo suyo, así que le hizo llegar un retrato enmarcado con un marco de plata y piedras preciosas. Días después Isabel recibió de vuelta el lujoso marco pero no la imagen que Salmerón se había quedado.