Según parece el
archiconocido Fernando el Católico era un hombre al que le gustaban bastante
las mujeres. Y es que a pesar de que la historiografía antigua lo tomaba como
un dechado de virtudes, en concreto la fidelidad a su esposa Isabel, lo cierto
es que le atraían las personas del sexo opuesto de una manera bárbara. Así pues
cuando murió su mujer en 1504, rápidamente buscó a alguien que le calentara de
nuevo la cama. Mediante un hábil juego político, gracias a un acuerdo sellado
por Fernando y el rey de Francia Luis XII en Blois en 1505, ambos soberanos no
solo se cedían tierras y dineros sino que también el monarca aragonés conseguía
una segunda esposa: Germana de Foix. Después
de casarse por poderes en Francia, los dos esposos formalizaron su relación en
Valladolid en 1506. Como se puede ver poco le duró la pena por la muerte de
Isabel.
Germana era el tipo de mujer que le gustaba a
Fernando. Alegre, entradita en carnes, frescachona e insaciable en la cama.
Esto último es lo que decían sus súbditos que añoraban a la antigua reina. Pero
algo debía haber de cierto en todas estas habladurías ya que Fernando estaba
continuamente encamada con ella. Estos lances de plumas debieron ser altamente ruidosos
y placenteros para Fernando ya que gracias a su nueva esposa pudo volver a revivir
viejas glorias de juventud. Y lo de ruidoso no es algo que me invente, pues ya
en aquella época quedó registrado como en aquellas jornadas festivas se llegó incluso a romperse una cama. Atención a
lo que comenta Francesillo de Zúñiga:
Una noche, estando Fernando el Católico con
ella en la cama, tembló la tierra, y otros dicen que la antífonas de la reina.
Como quiera que sea, con el miedo del temblor de tierra, esta señora saltó de
la cama y del golpe que dio hundió dos entresuelos y mató a un botiller y dos
cocineros que abajo dormían. Y como esta alta y gruesa reina viese el estrago
que por ella se había hecho, por descargo de su conciencia y de las ánimas de
los muertos, les mandó decir dos responsos a casa uno.
Después de leer
esto uno se pregunta ¿cuántos kilos debía de pesar esta mujer? y ¿cuán
escandalosos deberían ser estas cópulas nocturnas? Pero lo que si debemos
entender es que para seguir el ritmo de ella (18 años) Fernando, que a sus 53
años no debía tener ya la musculatura de un garañón, no dudó en tomar
reconstituyentes sexuales que le permitieran estar todo el día con la lanza en
ristre. Para ello se hacía traer todo tipo de brebajes que le mantuvieran en lo
más alto, destacando sobre todos ellos los preparados con turmas (genitales) de
animales como por ejemplo el toro, rociados con el viagra de la época: polvo de
cantárida hecho con moscas y escarabajos machacados. Pero de resultas de esta
continua ingesta su cuerpo se resintió provocándole la muerte en 1516.
A pesar de este
terrible desenlace, esta historia no termina aquí, pues al año siguiente (1517)
un nuevo monarca llegó a la Península: Carlos I de España y futuro V de
Alemania. Parece ser que la viudedad le había sentado bastante bien a Germana
pues en cuanto el nuevo monarca la vio se quedó prendado de ella. Ambos tenían
una edad parecida lo que hizo que a no mucho tardar estuvieran retozando entre
las sabanas de palacio. No sé si se dan cuenta pero Carlos V… ¡mantuvo
relaciones con su propia abuelastra! Incluso algunos historiadores sospechan
que hasta pudieron haber tenido un hijo. Esta tesis no está del todo confirmada
pero lo que sí se sabe es que Germana no acabó sus días junto a su nieto pues
pasado un tiempo acabó casándose con un noble alemán, y después con el duque de
Calabria.