martes, 27 de enero de 2015

REVERDECIENDO VIEJOS LAURELES



Según parece el archiconocido Fernando el Católico era un hombre al que le gustaban bastante las mujeres. Y es que a pesar de que la historiografía antigua lo tomaba como un dechado de virtudes, en concreto la fidelidad a su esposa Isabel, lo cierto es que le atraían las personas del sexo opuesto de una manera bárbara. Así pues cuando murió su mujer en 1504, rápidamente buscó a alguien que le calentara de nuevo la cama. Mediante un hábil juego político, gracias a un acuerdo sellado por Fernando y el rey de Francia Luis XII en Blois en 1505, ambos soberanos no solo se cedían tierras y dineros sino que también el monarca aragonés conseguía una segunda esposa: Germana de Foix.  Después de casarse por poderes en Francia, los dos esposos formalizaron su relación en Valladolid en 1506. Como se puede ver poco le duró la pena por la muerte de Isabel.

Germana  era el tipo de mujer que le gustaba a Fernando. Alegre, entradita en carnes, frescachona e insaciable en la cama. Esto último es lo que decían sus súbditos que añoraban a la antigua reina. Pero algo debía haber de cierto en todas estas habladurías ya que Fernando estaba continuamente encamada con ella. Estos lances de plumas debieron ser altamente ruidosos y placenteros para Fernando ya que gracias a su nueva esposa pudo volver a revivir viejas glorias de juventud. Y lo de ruidoso no es algo que me invente, pues ya en aquella época quedó registrado como en aquellas jornadas festivas se llegó incluso a romperse una cama. Atención a lo que comenta Francesillo de Zúñiga:

Una noche, estando Fernando el Católico con ella en la cama, tembló la tierra, y otros dicen que la antífonas de la reina. Como quiera que sea, con el miedo del temblor de tierra, esta señora saltó de la cama y del golpe que dio hundió dos entresuelos y mató a un botiller y dos cocineros que abajo dormían. Y como esta alta y gruesa reina viese el estrago que por ella se había hecho, por descargo de su conciencia y de las ánimas de los muertos, les mandó decir dos responsos a casa uno.

Después de leer esto uno se pregunta ¿cuántos kilos debía de pesar esta mujer? y ¿cuán escandalosos deberían ser estas cópulas nocturnas? Pero lo que si debemos entender es que para seguir el ritmo de ella (18 años) Fernando, que a sus 53 años no debía tener ya la musculatura de un garañón, no dudó en tomar reconstituyentes sexuales que le permitieran estar todo el día con la lanza en ristre. Para ello se hacía traer todo tipo de brebajes que le mantuvieran en lo más alto, destacando sobre todos ellos los preparados con turmas (genitales) de animales como por ejemplo el toro,   rociados con el viagra de la época: polvo de cantárida hecho con moscas y escarabajos machacados. Pero de resultas de esta continua ingesta su cuerpo se resintió provocándole la muerte en 1516.

A pesar de este terrible desenlace, esta historia no termina aquí, pues al año siguiente (1517) un nuevo monarca llegó a la Península: Carlos I de España y futuro V de Alemania. Parece ser que la viudedad le había sentado bastante bien a Germana pues en cuanto el nuevo monarca la vio se quedó prendado de ella. Ambos tenían una edad parecida lo que hizo que a no mucho tardar estuvieran retozando entre las sabanas de palacio. No sé si se dan cuenta pero Carlos V… ¡mantuvo relaciones con su propia abuelastra! Incluso algunos historiadores sospechan que hasta pudieron haber tenido un hijo. Esta tesis no está del todo confirmada pero lo que sí se sabe es que Germana no acabó sus días junto a su nieto pues pasado un tiempo acabó casándose con un noble alemán, y después con el duque de Calabria.