Utilizamos esta
expresión para señalar que algo está, o la han colocado, muy lejos, o que llegar
al lugar indicado es bastante dificultoso. Pues bien, el origen de esta frase
hay que buscarlo a comienzos del siglo
XVIII cuando los Borbones asentaron sus reales aquí en España. Una de las
primeras cosas que hizo esta familia fue intentar modernizar el país y
adecentar las grandes ciudades como por ejemplo la de Madrid. Y para ello no
dudaron en traer a los mejores arquitectos del mundo. Uno de ellos, en tiempos
de Felipe V tuvo la idea de plantar cinco pinos en el Paseo de Recoletos, pero
la distancia que dejó entre ellos era tan grande, que si uno quería ir desde el
primero hasta el último tenía que recorrer un total de tres kilómetros. Como curiosidad
indicar también que los amantes solían citarse en el primer pino, y que algunos
solían conseguir el beso de la amada en el quinto.