jueves, 26 de marzo de 2015

LA ESTRELLA NEGRA DE LOS SALGARI



Quien más, quien menos, ha leído alguna vez una novela de italiano Emilio Salgari (1862 – 1911), y, seguramente, ha vibrado con las aventuras de Sandokan y sus tigres de Mompracen, se ha emocionado con las lágrimas del Corsario Negro, o se ha maravillado de ver la increíble esgrima del Capitán Tormenta. Este prolífico autor ha llenado nuestra imaginación con escenas que se desarrollan en selvas orientales, mares inhóspitos o extensas estepas llenas de indios salvajes, dando siempre la impresión de que el autor de estas novelas era un ser valiente, imaginativo y lleno de vida y libertad. Por eso llama la atención saber que detrás de todas las páginas que componen su extensa obra se encuentre a una persona desdichada, y triste que al final de su vida, agobiado por su mala estrella, optó por quitarse la vida. Según parece Salgari fue un literato de gran fama que llegó acumular, gracias a las ventas que producían sus novelas, sumas elevadas de dinero. Estaba casado con Aida Peruzzi, y de esta feliz relación tuvieron cuatro hijos: Nadir, Romeo, Fátima y Omar.

Pero aquella felicidad comenzó a declinar cuando su mujer fue ingresada en el manicomio de Collegno (19 de Abril de 1911) debido a que había empeorado su salud mental. Aquel lugar debía ser muy caro pues Salgari dilapidó gran parte de su fortuna en pagar la pensión del sanatorio. Es por ello que muy pronto se encontró en números rojos, obligado a trabajar el doble escribiendo sin descanso hasta altas horas de la noche para pagar la habitación de su esposa. Finalmente, estos problemas económicos, y la salud mental de Aida, que se pasaba el día gritando sin parar, condujo a nuestro escritor a tomar la decisión de quitarse la vida.  Llama la atención la serenidad y modo en que lo hizo. Escribió dos cartas, una a su editor, y otra a sus hijos, en los que intenta explicar los motivos de tan terrible decisión. La que dejó a su editor ponía lo siguiente:
“Vencido por mis desdichas, reducido a la miseria a pesar del enorme volumen de mi trabajo, con la mujer loca en el hospital, sin poder pagar su pensión, me suprimo. Creo que mi nombre merecía otra fortuna y otra muerte”
Y a sus hijos:
“Voy a morir en el valle de San Martín, cerca del lugar donde íbamos a merendar cuando vivíamos en Via Guastalla. Se encontrará mi cadáver en uno de los bosquecillos que vosotros conocéis porque allí recogíamos flores. Haced que me entierren de caridad por estar completamente arruinado”.

El día 25 de Abril de ese mismo año, Salgari se encaminó a dicho valle cercano a Turín y se suicidó. Es curiosa, y original, la forma en que lo hizo. No como se solía hacer en aquella época, es decir pegándose un tiro en la sien, sino que lo hizo a la manera japonesa, abriéndose el vientre haciéndose el harakiri, lo más seguro que con una espada malaya. Y para que fuera más efectiva y rápida su muerte se cortó el cuello, muriendo desangrado casi al momento.

Es triste ver el final tan trágico que tuvo Emilio Salgari. Pero desgraciadamente esta mala estrella no solo persiguió al escritor sino que fue transmitida a todos sus descendientes. A saber:

-Su esposa, Aida Peruzzi, murió a los pocos días en el manicomio de Collegno
-Nadir murió en un accidente de motocicleta al estrellarse contra un tranvía
          -Fátima, en su juventud,  fue ingresada en un hospital y murió de una tuberculosis
         -Romeo quiso matar a su mujer pegándole un tiro debido a un ataque de celos. Después, al igual que su padre se suicidó
       -Y finalmente Omar, autor de más de cuarenta novelas de aventuras, se lanzó desde su ventana de Turín y acabó aplastado en mitad de la calle.