martes, 3 de marzo de 2015

LA LENTITUD DE LEONARDO Y LAS PRISAS DEL PRIOR



En 1495 Leonardo da Vinci comenzó a pintar la Santa Cena en el monasterio de Santa María delle Grazie, en Milán. Ludovico Sforza, jefe en esos momentos de la Casa Sforza, estaba encantado con el proyecto y con el pintor, pero no tuvo en cuenta uno de los grandes defectos del maestro de Vinci: su inconstancia. Este fresco, en principio, y a pesar de su enorme tamaño, le tendría que llevar poco tiempo ejecutarlo pero debido a su forma poco ortodoxa de trabajar se demoró más de la cuenta. El escritor Matteo Bandello lo explica de la siguiente manera: “Llegaba bastante temprano, se subía al andamio y se ponía a trabajar. A veces permanecía sin soltar el pincel desde el alba hasta la caída de la tarde, pintando sin cesar y olvidándose de comer y beber. Otras veces no tocaba el pincel durante dos, tres o cuatro días, pero se pasaba varias horas delante de la obra, con los brazos cruzados, examinando y sopesando en silencio las figuras”.

Como es normal, esta lentitud al trabajar exasperaba a mucha gente, sobre todo al prior del monasterio que veía todos los días el refectorio en obras. Así pues un día se dirigió a Ludovico para que éste apremiara a Leonardo para que terminara el fresco. Éste así lo hizo y el pintor le contestó que el motivo por el que tardaba tanto se debía a que no encontraba a nadie que tuviera un rostro parecido al de Judas:  “Acudo al Borghetto, donde habita la más baja e innoble ralea, gentes, muchas de ellas, sumamente depravadas y perversas, con la esperanza de encontrar un rostro para tan maligno personaje”. Y a continuación apostilló: “Si finalmente resultara que no lograra encontrar a nadie tendré que recurrir al rostro del reverendo padre prior”.