lunes, 9 de marzo de 2015

LA LEYENDA DEL LAGO CURCIO



Según nos cuenta Tito Livio en su Ab Urbe Condita, en el año 362 a. C se abrió en el centro del Foro, un gran agujero que amenazaba con tirar abajo los edificios cercanos. Los romanos intentaron taparlo arrojando a su interior enormes cantidades de arena pero nunca terminaba por llenarse. Como no sabían que hacer recurrieron a un oráculo, el cual les dijo que tendrían que sacrificar “lo que constituía la mayor fuerza del pueblo romano”. A pesar de ello, y  como es normal en la antigüedad, nadie comprendía el significado de estas palabras. Pero hubo un ciudadano que sí las entendió. Se llamaba Marco Curcio y era uno de los generales más importantes de aquella reciente República. Así pues, portando sus mejores armas y montado a caballo, no dudo en arrojarse dentro de la sima demostrando a todo el mundo que el bien superior de los romanos residía en las armas y el valor. Nada más hacerlo el gran agujero pudo ser rellenado formándose allí un lago, que tomó el nombre de su héroe: El Lago Curcio (Lacus Curtius). En sus orillas nacieron tres árboles, una higuera, una viña y un olivo, símbolos de la cultura romana. Y además en algunas festividades los romanos arrojaban a su interior monedas para que el genio mágico del lago estuviera contento.