No conozco a
nadie que de pequeño no le gustaran las películas de Tarzán, sobre todo las interpretadas por el actor y deportista
austriaco Johnny Weissmuller. Era impresionante ver como dominaba a los
animales, recorría la selva a velocidad de vértigo subido a una liana, y como
también vez engatusaba a la sexy exploradora perdida con aquella frase tan
popular de “Yo Jane… tu Tarzán”. Pero no sé si se acuerdan que también junto a
él aparecía un animal, en concreto un chimpancé, que siempre lo acompañaba en
sus aventuras y que más de una vez lo sacaba de algún apuro. Su nombre era Cheeta,
y aunque las películas nos dijeran que era una hembra en verdad era un mono
macho llamado Jiggs. La historia oficial de este primate nos dice que nació en
Liberia (África) en 1932 y que llegó a Estados Unidos escondido en un avión en
el interior del abrigo de su cuidador. Después de rodar un gran número de
películas decidió retirarse a una residencia de primates donde se ganó la vida
pintando cuadros con los pies y vendiéndolos posteriormente a fanáticos del
cine. Llama la atención que Cheeta/Jiggs fue un chimpancé muy longevo pues vivió
hasta los 79 años. Al cumplir los 75 incluso la famosa naturalista y primatóloga
Jane Goodall le cantó el cumpleaños feliz en una fiesta que se celebró por todo
lo alto.
Parece que la
mona Cheeta vivió una vida plena y alegre, pero tras las cámaras la existencia
de este primate era bastante distinta a la que nos han contado. Cuenta en sus
memorias escritas en 2009, Mee Cheeta
(Yo Chita), y un artículo publicado en The
Washington Post un año antes, que la existencia de este chimpancé fue más
corta de lo que se ha dicho pues murió en 1938 habiendo solo hecho dos películas.
Las compañías cinematográficas, con el único fin de seguir ganando dinero con
las gracietas de este primate, utilizaron varios chimpancés a lo largo de los
años e incluso una vez disfrazaron a un niño para que hiciera de Cheeta en una
de las películas. Además se sabe que no pudo venir de África, pues en aquellos
no había todavía vuelos trasatlánticos de pasajeros, e incluso que sus
cuidadores lo maltrataban, le hacían trabajar durante horas y continuamente le
suministraban grandes dosis de alcohol para que siguiera haciendo sus monerías en
pantalla.