sábado, 3 de septiembre de 2016

UN HÁBITO DIFICIL DE VESTIR



Como el sastre oficial de la Ciudad del Vaticano no sabe quién va a ser elegido como Sumo Pontífice hasta que no termine el conclave papal, siempre tiene que tener preparado en un despachito tres hábitos blancos de distintas tallas, uno pequeño, uno mediano y otro grande, a la espera de ver quien abre su puerta y se presenta ante él. Casi, y digo casi, nunca ha habido problemas para poner el hábito al nuevo papa, hasta que fue elegido el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, quien sería conocido como Juan XXIII. Cuando el sastre lo vio, no dudó en vestirle con la talla grande, ya que Roncalli no era bajito y además era algo grueso. Pero por desgracia para ambos incluso esa talla le estaba pequeña. Tan estrecho le estaba el hábito que casi no podía levantar el brazo con el que debía bendecir a la gente que le esperaba ansiosa en la Plaza de San Pedro. Así que el nuevo Papa tuvo que presentarse ante sus fieles con un hábito tuneado. Tiempo después el mismo Juan XXIII comentó lo siguiente: “Todos querían que fuese Papa, menos el sastre vaticano”.