Como a muchos gobernantes
de la Historia, al rey Enrique IV de Francia (1553 – 1610) le encantaba ir de
caza. Un día estando a las afueras de
París en plena jornada cinegética se encontró de pronto con un labriego el cual
no le reconoció. Este buen hombre pensando
que se encontraba con algún caballero de la corte, le pregunto si por
casualidad estaba cerca el rey pues le hacía mucha ilusión saludarlo, pero que
debido a su ignorancia no sabría reconocerle ni comportarse ante él. Enrique IV
le tranquilizó y le dijo lo siguiente: “Lo reconocerás enseguida, pues será el
único que permanezca cubierto”. Cuando
ambos llegaron a donde estaban los cortesanos, como era previsible, todos se descubrieron,
y el rey le pregunto si ya sabía quién era, a lo que el labriego respondió: “O
vos o yo, porque somos los únicos que llevamos el sombrero puesto”.