A finales del
siglo XIX el que fuera embajador de España en la Santa Sede en tiempos de León
XIII era de origen extremeño. Cuando pasó un tiempo prudencial tras haber
presentado sus credenciales fue llamado de nuevo por el Papa para preguntarle
qué era de su vida, si se estaba acostumbrando a vivir en Roma, y que si tenía
alguna duda con respecto al protocolo que allí imperaba. Este ruego fue hecho
en italiano, idioma oficial del Vaticano, pero como el embajador español no
respondía y el silencio empezaba a ser algo molesto León XIII volvió a
preguntarle si además de hablar castellano acaso también lo hacía en inglés o francés.
Aun así el embajador no acertaba a contestar, y por ello el cardenal Mariano
Rampolla que estaba allí presente y que había sido Nuncio papal en Madrid le
tradujo lo que el Santo Padre le había preguntado. Después de escucharle el
embajador se puso muy serio, enderezó su cuerpo y le dijo al cardenal lo
siguiente: “Diga Su Eminencia a su Santidad que yo también hablo otra lengua
que se llama extremeño que es igual de grande y bonita que el inglés o el
francés”.