A comienzos de
la Guerra Civil Española (1936 – 1939), el doctor barcelonés Frederic
Durán-Jordá acudió al Hospital 18, en Montjuic, con la intención de trabajar
con los heridos que llegaban desde el frente de batalla. Después de estar unos
días colaborando y curando heridas sin descanso empezó a darse cuenta de que la
necesidad de sangre que debía transfundirse era superior a la que podía ofrecer
un paciente en las transfusiones directas, además de observar que en la mayoría
de las ocasiones dicha sangre llegaba a cuentagotas al frente (y eso si
llegaba). Así que junto con el Servicio
de Sanidad del Ejército Republicano creó el primer centro de transfusión de
sangre del mundo. La misión que tenía este Servicio Oficial era almacenar la
sangre conseguida mediante donaciones y después o bien llevarla a los
militares a través de unidades móviles o bien a los civiles que igualmente
sufrían bajo los bombardeos.