domingo, 4 de febrero de 2018

LA DERROTA MÁS HUMILLANTE DE NAPOLEÓN



En 1807 se firmó el Tratado de Tilsit entre Napoleón y el zar Alejandro I zar por el que se daba cese a las hostilidades entre Francia y Rusia. Así que sin comerlo ni beberlo Napoleón se encontró con unos días de vacaciones que bien se lo merecía después de estar batallando durante años. De esto se dio cuenta su jefe de Estado Mayor y del Ejército, Louis Alexandre Berthier, por lo que pensó que sería una buena idea organizar una cacería para que su alteza no se aburriera. Y para ello compró cientos de conejos y otras tantas liebres para después soltarlos en los alrededores de donde se iba a producir la jornada cinegética. Al día siguiente, a media mañana Napoleón se personó en el campo de batalla y se puso delante de todos para cobrar el mayor número de conejos posibles. Pero lo que prometía ser una jornada gloriosa para el emperador se convirtió en pocas horas en uno de las mayores vergüenzas que pasó en toda su vida. Nada más llegar vio delante de él a uno de los conejos y rápidamente lo apunto con su arma pero acto seguido apareció otro, y después otro y así un montón más. Y lo más curioso es que no se asustaban del cazador sino que se acercaban a él para olisquearlo sin miedo alguno. La respuesta a este hecho insólito hay que buscarla en que Berthier había comprado sin saberlo conejos domesticados que estaban acostumbrados a que los dueños les dieran de comer. Así pues siguieron saliendo más conejos y en poco rato toda una horda de estos animales comenzó a perseguir a Napoleón por toda la finca hasta que éste pudo esconderse en una casita, la cual quedó, literalmente, sitiada por los conejos. Nunca el emperador de todos los franceses había sufrido una derrota tan humillante.