sábado, 10 de marzo de 2018

BREVE HISTORIA DE CARLOS V - José Ignacio Ortega Cervigón



"La razón de Estado no se ha de oponer al estado de la razón."

Sin lugar a dudas Carlos I de España y V de Alemania (1500 – 1558) fue un rey, un emperador, un adalid, que vivió en una época bisagra entre dos tiempos, con un pie en la Edad Media y otro en el brillante Renacimiento. Incluso hay quienes le imponen el título de “último caballero” de una nueva Europa donde comenzaban a emerger naciones en donde antes todo era un conglomerado de reinos. De él se han escrito tantos estudios, al ser una figura tan grande en la Historia, que muchas veces es harto difícil escribir una nueva biografía de aquel que ciñó en su mano el cetro imperial y portó orgulloso en su sien la corona española. Pues tanto amo esta tierra que se cuenta que una vez el papa se extrañó de que hablara español en vez de su lengua materna, a lo que éste le respondió: "No importa que no me entendáis. Que yo estoy hablando en mi lengua española, que es tan bella y noble que debería ser conocida por toda la Cristiandad." Como se puede ver tenemos ante nosotros, junto a Felipe II, al rey más importante que ha gobernado en esta vieja piel de toro, y es por ello que es de recibo que la editorial Nowtilus le dedique su obra Breve Historia de Carlos V (2018), escrita por el historiador José Ignacio Ortega Cervigón, al que también le debemos la obra Breve Historia de la Corona de Castilla (2015).

El autor, como si tuviera una máquina del tiempo, nos adentra en los primeros años de vida y reinado de Carlos V, que aunque en la cuenta final de sus días se convirtiera en uno de los gobernadores más poderosos del mundo, al principio, las primeras impresiones que produjo a su llegada a España fueron del todo contrarias. La figura inexperta del hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, un tanto bobalicona y con prognatismo marca Habsburgo, suscitaron en los prohombres españoles la sensación de que iba a convertirse en un rey breve no muy querido en los reinos de Hispania. Y aquello se confirmó en los iniciales pasos que dio con respecto a la política interna española con aquella decisión polémica e incomprendida en un principio de convertirse en Emperador del Sacro Imperio Germánico a base de los dineros de los reinos, amén de ser ciego a la rapiña que sus allegado flamencos estaban perpetrando y en las prebendas que estaban consiguiendo base de imposiciones. Y aunque Carlos consiguió acudir y ser elegido por los príncipes alemanes como  emperador aquello no le evitó una especie de mini guerra civil, cuando el pueblo de ambos reinos (Castilla y Aragón) se levantó en armas en las llamadas Comunidades (1520) y Germanías (1519). A raíz de lo cual varió su política modernizando la administración, respetando los órganos de cada reino a la vez que apuntalaba su figura como rey de todos los españoles. Carlos V había madurado a marchas forzadas y había aprendido la lección de cómo ser un monarca válido para cualquiera de sus súbditos.

Como ya he indicado antes, el joven Carolus Rex fue elegido finalmente Emperador del Sacro Imperio Germánico. Coronado el 24 de Febrero de 1530 en Bolonia, en la iglesia de San Petronio, a manos del papa Clemente VII (uno de sus principales enemigos, acuérdese uno de aquel desafortunado episodio de El Saco de Roma) su política exterior, por tanto, se tuvo que dividir en varios frentes. Por un lado la defensa de su herencia territorial, con lo que se enfrentó con el rey francés Francisco I; por otro su lucha denodada contra el naciente protestantismo, en donde consiguió una victoria importante, aunque efímera, en los campos de Mühlberg en 1547; y finalmente contra el imperio turco que amenazaba a toda Europa con sumergirla en la media luna otomana. Esta política internacional tuvo sus pros y sus contras ya que mientras que mientras por un lado Carlos V colocaba a España como pieza importante y decisiva en el plano europeo y mundial convirtiéndole a él mismo como el nuevo Cesar que deseaba toda la cristiandad, en cambio, para llevar a cabo tan ingentes gestas derrochaba a manos llenas las riquezas que venía del Nuevo Mundo (¿Sino cómo iba a sostener tantas empresas?) a la vez que abría un sin fin de frentes, en la mayoría imposibles de ganar, que luego heredarían sus descendientes y que finalmente acabarían con el destino de los Austrias en España.

Pero Carlos V no fue una persona aislada del mundo. Nuestro autor, José Ignacio Ortega Cervigón, también nos lo sitúa dentro de un marco histórico, cultural y familiar que engrandece su trabajo. Además de batallas y políticas, podemos observar a un Carlos dentro de su familia, la relación que tenía con su amada esposa Isabel de Portugal, las enseñanzas que administraba a su hijo Felipe, o el trato tan peculiar que tenía con sus cortesanos y allegados, todo ello trufado con un buen número de anécdotas que harán las delicias del lector más exigente. Además uno de los puntos más importantes de esta biografía es enmarcar el semblante del emperador dentro del Renacimiento, del Humanismo, que estaba aflorando en Europa y España. A pesar de ser un rey imbuido de una gran religiosidad también era un monarca ávido de conocimientos y expectante ante las nuevas transformaciones de la sociedad. Como curiosidad indicarle que era todo un aficionado a los relojes.

Y finalmente llegamos al ocaso del emperador. En 1556, en Bruselas, y ante la sorpresa de todos los presentes, Carlos V decide abdicar. Por un lado lega el imperio a su hermano Fernando, a la vez que deja las otras posesiones a su hijo Felipe. Si uno observa el cuadro que Tiziano dedicó a la batalla de Mühlberg podemos observar como en el rostro de Carlos V ya se pueden observar signos de cansancio, pues son muchas las guerras y disquisiciones teológicas que ha sostenido durante su existencia. Así pues toma una de las decisiones más curiosas y desconcertantes de la Historia de España: retirarse al monasterio jerónimo de Yuste (Extremadura) para terminar sus días evocando sus recuerdos y analizar cómo ha dirigido el rumbo de sus días. En 1558 el gran señor de Europa exhala su último aliento, y deja para la Historia la herencia de ser no solo el primer monarca Habsburgo de España sino de haber sido también el más grande de los Reyes de la Historia Moderna.