En las batallas
de hace siglos era normal que, pasadas éstas,
hubiera gente que narrara que se habían ganado o perdido por algún extraño suceso
que se había producido en la víspera. Existen muchos casos, como por ejemplo el
que ocurrió en la famosa Batalla de Culloden (16 de Abril de 1746) en la que el ejército jacobita de la Casa
Estuardo (en su mayoría compuesto por escoceses) se enfrentó a los partidarios de la Casa de Hanover
por el trono británico. Se cuenta que en la víspera del enfrentamiento, durante
la madrugada, se empezaron a escuchar unos gritos horripilantes en el campo escocés.
Los soldados, medio dormidos y sin arreglar, salieron fuera de sus tiendas de
campaña y vieron en el aire una especia de monstruo que los dejó a todos
helados. Uno de los generales, lord George Murray, que fue testigo del hecho dejó escrito que aquel ser que daba terribles alaridos en el aire tenía la
apariencia de una arpía de la antigüedad, pues parecía que su cuerpo estaba
compuesto por unas oscuras alas de murciélago, cuerpo sibilino, cabeza de
hombre o mujer y unos ojos rojos que dejaron petrificados a todo el que vió aquel
ser maldito. El vuelo de aquella arpía solo duró unos minutos pero tan funesto fue su mensaje que pareció
vaticinar lo que iba a ocurrir al día siguiente: el ejército inglés aplastó al escocés
alejando de esta manera el sueño de la Casa Estuardo de ocupar el trono
británico.