Una de las
triquiñuelas preferidas de Felipe II (1527 – 1598) para enviar mensajes
secretos era utilizar una tinta invisible compuesta esencialmente de vitriolo
romano pulverizado y mezclado a la vez con agua. Cuando ya se tenía preparada
la pócima se pasaba a escribir el mensaje oculto de la siguiente forma: en
primer lugar se ponía un papel en blanco sobre una mesa. Después se mojaba la
punta de una pluma en la tinta invisible y se escribía lo que uno deseaba.
Finalmente se cogía otra pluma y se volvía a escribir otro texto
intranscendente encima con otra tinta hecha de carbón de sauce y agua de nuevo,
y acto seguido se entregaba al mensajero. En realidad nos encontramos con una
técnica muy inteligente pues no era lo mismo que el enemigo interceptara un
texto en blanco que otro escrito con cosas anodinas. Cuando el mensajero
lograba entregar con éxito la misiva, el receptor solo tenía que frotar lo
escrito con una sustancia llamada galla
de Istría y en un abrir y cerrar de ojos el mensaje oculto resurgía mientras
el que estaba escrito con carbón de sauce desaparecía.