“Dicen que Japón
fue creada por una espada. Dicen que los antiguos dioses hundieron una hoja de
coral en el océano y cuando la sacaron cuatro gotas perfectas volvieron a caer
al mar, y esas gotas se convirtieron en las islas de Japón. Yo digo, que Japón
lo hicieron un puñado de guerreros valientes dispuestos a dar la vida por una
palabra, al parecer olvidada... honor.”
(El último samurái,
2003)
Desde el punto
de vista occidental, Japón es un gran desconocido en muchos aspectos.
Solamente, a ojos profanos, el país de donde surge el sol es muchas veces
objeto de clichés. Como si los samuráis de enhiestas espadas, ocultos ninjas, o
geishas de quedos pasos se pasearan de
continuo por Kioto o Edo. Pero Japón es más. Una tierra con cientos de años de
historia que vale la pena descubrir. A lo anterior mencionado hay que añadir
que también, desde la óptica eurocéntrica, la medición del tiempo que podemos
hacer de la historia nipona es algo distinta a la que se dio en el Viejo
Continente desde la caída de Roma. Aquí la Edad Media comienza desde la caída del
Imperio Romano hasta, según distintos tipos de concepción, el descubrimiento de
América (1492) o la caída de Constantinopla (1453). Pero el caso japonés es
algo distinto pues podríamos decir que su época feudal se remonta desde el
llamado periodo Heian (794 – 1192) hasta la apertura de sus fronteras al mundo
con la Revolución Meiji (1868). Por tanto más de mil años de fascinante
historia se abre ante nuestros ojos y que gracias al libro Breve Historia del Japón Feudal, de Rubén Almarza, podemos
disfrutar.
Si nos alejamos
de los clichés antes mencionados, de falsas ideas preconcebidas en mangas o
animes, literatura y cine, lo primero que hemos de hacer es dejar la mente en
blanco, esponjosa, con la intención de absorber desde cero el origen de la
historia de Japón. El autor, antes de entrar en el llamado periodo Heian nos
asienta en varios estadios anteriores que nos permiten adentrarnos posteriormente,
con mayor fiabilidad, en la época feudal. Antes de éste tiempo nos habla de las
eras Jomón (10000 a. C – 300 a. C) en la que destaca sobre todo su cerámica
confeccionada con cuerdas. Tras ella nos adentramos en el Yayoi (300 – 250 d.
C) periodo en el que todavía es importante su cerámica y se empieza a producir
una importante migración desde el continente, como es Corea o China,
introduciendo nuevos productos agrícolas como es el arroz. A continuación
observamos como el emperador se inviste de poder en Yamato, antiguo Kioto. Es
por eso que a la siguiente etapa se la llama Yamato ( Kofún (250) – Asuka –
Nara(794)) Ya podemos ver como poco a poco se van asentando el denominado
sistema de clases o castas impermeables. Las tierras pasan a manos del estado
quien las distribuye entre los más allegados al emperador creando por tanto un
buen número de clanes.
Y tras este paso
por la prehistoria de la historia japonesa, nos adentraríamos en la Edad Media
nipona. Nuestra primera parada es por tanto en el periodo Heian (794 – 1192) En
este tiempo mientras que los funcionarios de la corte actúan como regentes, más
allá de palacio, y de la viciada corte los clanes forman sus propias milicias
con las que defender sus tierras. Uno de estos clanes, los Minamoto, liderados
Yoritomo, agobiado por la presión se subleva y ataca el corazón del imperio.
Cuando Yoritomo es proclamado shogun se inicia el periodo Kamakura (1192 –
1333), donde precisamente las hordas mongolas ponen sus ojos en el país donde
nace el sol. En el siglo XIII intentan conquistar Japón por dos veces pero en
ambas ocasiones son derrotados. Este periodo culmina con el descontento popular
que lleva consigo el levantamiento liderado por Ashikaga Takauji quien dará
nombre al siguiente periodo, el Ashikaga o Muromachi (1336 – 1573). Parece que
el shogunato controla con mano férrea el país pero la tensión que se produce
entre los daimios conduce a Japón a la era Sengoku Kidai o la de los Estados
Guerreros. (1477 – 1573) Japón se divide en un gran número de pequeños estados
independiente que guerrean sin parar. Es justamente el momento en que los
portugueses hacen acto de presencia en el archipiélago y traen consigo, en una
mano la fe en Dios y en la otra mosquetes con los que aniquilar al enemigo.
A partir de
ahora, tras la gran guerra entre daimios, se abren otros periodos muy
emocionantes y que a lo mejor son más conocidos en Occidente. Son los
siguientes: el Azuchi-Momoyama (1573 – 1600); el Tokugawa o Edo (1603 – 1868);
y el Meiji (1868 – 1912). En el primero aparece de manera fulgurante la figura
de Nobunaga Oda, también llamado primera gran reunificador de Japón. Viendo el
estado en el que estaba su nación decidió someter a todas las facciones desde
el Este. Su misión principal es restablecer el orden político. Pero en 1582 es
traicionado por uno de sus generales y su labor es continuada por Hideyoshi
Toyotomi (segundo reunificador) Éste era un samurái de bajo rango que gracias a
su astucia ganada al lado de Nobunaga consiguió ir subiendo por la cucaña del
poder. Consigue unificar el país, elevar a los samuráis a rango de protectores
y quitar las armas a los campesinos. Aun así, y debido a su baja extracción no
consigue el título de Shogun, por lo que ha de conformarse con el de taiko o kanpaku (o regente imperial). Pero al morir Toyotomi vuelven a
producirse levantamientos y guerras civiles entre los daimios. Es aquí cuando
surgen dos grandes líderes. Por un lado Mitsunari Ishida, valido de Hideyori
Toyotomi, hijo de Hideyoshi, e Ieyasu Tokugawa, quien será conocido también por
ser el tercer reunificador de Japón. En la Batalla de Sekigahara (21 de Octubre
de 1600) este último obtiene la victoria y tres años después se proclama shogun
(1603)
Con el periodo
Tokugawa (1603 -1898) se abre una era de paz nunca vista en Japón. Más de dos
siglos de relativa calma que encierran más el país. Se le llama también periodo
Edo porque el shogun traslada la capitalidad a esa localidad. Se refuerzan los
sistemas de elección en los clanes, que pasan a ser hereditarios aunque a
partir del siglo XVIII vuelven a producirse algunas tensiones que hacen que el
shogun devuelva todo el poder al Emperador. Y finalmente llegamos a la época
Meiji (1868 – 1912) en donde se restaura totalmente el poder imperial. Las
clases impermeables se remodelan, comienza a modernizarse el país abriéndose al
exterior y se hace desaparece a la casta de los samuráis.
Breve Historia del Japón feudal nos
habla de todos estos periodos de los que he procedido a informarles y lo hace
de manera rigurosa a la par que entretenida. Nos pasearemos entre samuráis,
ronins olvidados, aventuras, curiosidades de la historia nipona, y observaremos
como vivían desde los gobernantes más poderosos y épicos hasta los más
humildes. Esta Breve Historia es un manual excelente con el que descorrer el
velo de misterio que parece envolver la belleza de aquellas islas orientales.
¡Sayonara!