viernes, 1 de noviembre de 2019

BREVE HISTORIA DE LA ANTIGUA GRECIA - Rebeca Arranz Santos



¡Ah, estos griegos! Ellos sabían cómo vivir. Para eso hace falta quedarse valientemente de pie ante la superficie, el pliegue, la piel, venerar la apariencia. Los griegos eran superficiales pero con mucha profundidad. (Friedrich Nietzsche)

Hace algunos años Grecia fue una de las grandes sufridoras de la crisis económica que azotó el planeta en el que vivimos. A pesar de que nuevos políticos de corte tradicionalista o populista quisieron levantar al país, poco pudieron hacer frente a las grandes deudas que tenían contraídas con medio mundo. Parecía que aquel rincón pequeño y rocoso iba a desaparecer en la desmemoria general. Fue entonces cuando las televisiones, periódicos y radios comenzaron a emitir imágenes, sonidos y fotografías del país heleno y volvieron a recordarnos que allí fue donde había nacido la democracia occidental y que debemos a los griegos y sus hazañas ser lo que somos. Grecia y su herencia ya no solo era algo de lo que se ocupaban los historiadores o sociopolíticos, sino que era un pedacito de todos nosotros. Queramos o no somos hijos de la memoria de Homero, de los pensamientos de Sócrates o Platón, tenemos la fuerza de los gimnastas olímpicos e incluso somos descendiente de aquellos marinos que llevaron la civilización griega por aquel mar interior ubérrimo de sueños y anhelos sin fin. Así pues les invito a que vuelvan a recordar su enorme legado a través del excelente ensayo escrito por Rebeca Arranz Santos titulado Breve Historia de la Antigua Grecia, que, ahora,  gracias a la editorial Nowtilus podemos leerla a todo color para que sus imágenes sean más vividas a nuestros arcanos sentidos.

El libro que tenemos entre manos es todo un compendio histórico, artístico, arqueológico y literario acerca de la historia de Grecia, y aunque pueda parecer trillado que este divido en épocas históricas la escritora nos las muestra bien ensambladas en un todo bastante atractivo al lector. Principia, obviamente, por la antigüedad más arcana, como por ejemplo la época de Bronce, alrededor del III Milenio antes de Cristo, abordando cómo fueron los primeros asentamientos en la península griega, para después pasar a la llamada edad Micénica llamada así  en honor de Micenas (XVI – XII a. C), tiempo glorioso en el que Homero, tal vez sea cierto o no, botó mil naves en pos de la belleza de Helena que estaba retenida en la lejana Troya (VIII). Pero por aquel tiempo no todo fueron lanzas y gestas épicas sino que la cultura fue introduciéndose poco a poco en dichos lares. Un ejemplo de ello es la aceptación un siglo antes, en el IX, del alfabeto fenicio que muy pronto fue adoptado en todos los rincones de la Hélade.

Entre el 776 y el 490, Grecia se adentró en la época arcaica en la que sus aguerridos navegantes y exploradores decidieron ir más allá de las cañadas rocosas y llenas de cabras que había en sus tierras. Fueron colonizando la zona de Asia Menor, la Península Itálica, Sicilia y algunos puntos de la Ibérica en donde pronto dieron cuenta de sus grandes dotes para el comercio. También fue en este tiempo cuando comenzaron a alzarse las Polis, o ciudades-estado, al estilo de aquellas otras renacentistas, que aunque eran independientes unas de otras muy pronto supieron ser parte de un todo en el que el koiné sirvió de medio de comunicación estándar entre las distintas ciudades. In illo tempore fueron Esparta, en el Peloponeso, y Atenas las urbes que llevaron las riendas de la política del momento. Y fue gracias a la unión de ambas, junto con algunas coaliciones puntuales, la que capeo el temporal de las Guerras Medicas al comienzo de la época clásica (490 – 323) en las que en épicas batallas como las de las Termópilas, Salamina o Platea pudieron frenar y vencer al todopoderoso imperio aquemenida que amenazaba con devorar la llama de libertad que iluminaba los comienzos de la historia europea. La gran beneficiada de aquellas guerras fue Atenas quien en poco tiempo supo crear una gran flota que la llevó a expansionarse por el Mediterráneo y el Egeo  creando una especie de mini imperio que condujo a muchas ciudades a pedir auxilio a la otra superpotencia del momento, Esparta. De ahí surgió la Guerra del Peloponeso (431 – 404) en la que los hijos de Licurgo, los lacedemonios, derrotaron definitivamente a Atenas. Éstos sabían arrasar en el campo de batalla, pero no conservar de buena fe lo ganado por lo que pronto tiraron por tierra lo que podía haber sido su hegemonía.

Los desastres de la guerra, lo que el viento se llevo, fue aprovechado por una nueva potencia guerrera venida del norte de Grecia, Macedonia, y aunque eran considerados como bárbaros por los atenienses, muy pronto el gran Filipo los puso de rodilla provocando de hecho la unión de casi toda Grecia. Pero fue su hijo, Alejandro Magno quien no solo sometió los últimos focos de resistencia, como por ejemplo la tebana, sino que fue el que supo anexionar  a Grecia el Imperio Persa y parte de la Asia Menor, Egipto e India. Para él no había horizontes al que su lanza y genio militar no supieran llegar. Aunque al sobrevenir su muerte, su propio imperio demostró ser efímero, ya que sus generales, los diadocos, fueron los que se repartieron sus tierras como chacales al conquistar una presa. Es la época Helenística (323 – 331) en la que el centro de gravedad de Grecia ya no se encontraba en Atenas o Esparta sino en ciudades como Alejandría, Pérgamo o Antioquía. El mundo ya no sería el igual, y en el siglo II Roma acabó de dar la puntilla al sueño griego asimilándolo a un nuevo imperio, más poderoso, que empezaba a nacer: el romano. Pero ¿quién conquistó a quien? Pues estos últimos muy pronto se dieron cuenta de las grandes ventajas militares y culturales que los vencidos podrían aportarles por lo que se dejaron influir totalmente por el modus vivendi de los hijos de Homero y Herodoto. Roma fue, por decirlo de alguna manera, quien recogió la antorcha de la democracia en Occidente.

Todo esto que les he escrito, y mucho más es lo que vamos a encontrar en este trabajo de Rebeca Arranz Santos, Breve Historia de la Antigua Grecia. Junto con los temas meramente políticos y militares, también la autora nos sugestiona, siempre a través de una rigurosa biografía, con las cuota más alta que los griegos alcanzaron en poesía, filosofía, arquitectura, escultura y formas de vida. Personajes como Pitágoras, Pericles, Tucídides, Homero, Sócrates, Tales, Herodoto, Parménides, Leónidas… y tantos otros de inolvidable nombre desfilaran delante de nosotros para que en un breve vistazo comprendamos cuánto le debemos a Grecia y por qué es tan importante conocer su gloriosa historia. En verdad, se lo recomiendo.