Después de la
revolución que derrocó en 1868 a Isabel II, también conocida como La Gloriosa,
el nuevo gobierno tomó la decisión de cambiar la unidad monetaria e implantar la
peseta (nombre derivado del catalán peceta,
que viene a significar “piececita”) Dentro de esta unidad monetaria se pusieron
en circulación las monedas de diez y cinco céntimos de peseta que muy pronto
fueron conocidas como la perra gorda y la perra chica. ¿Por qué? Parece ser que
en una de las caras de estas monedas, precisamente en la de diez céntimos,
aparecía un león que, mirando hacia atrás, sostenía un escudo mientras que en
la versión de cinco céntimos también aparecía dicho león aunque más pequeño.
Pero la ciudadanía en vez de ver dos leones prefirieron ver dos perras: la grande
y la chica. Con el tiempo el gobierno borró a esos dos leones pero lo de las
perras se quedó en el habla cotidiana propiciando algunas expresiones populares
como por ejemplo estar sin una perra
gorda, tener cuatro perras, o incluso
¡para ti la perra gorda!