domingo, 17 de julio de 2022

EL ORIGEN DE LA PALABRA “MOMIA”

 

En inglés el término naming significa crear nombres para marcas o productos los cuales al final, si se tiene el éxito que se le presupone, nos debe de quedar marcado a fuego en nuestro imaginario. E incluso puede pasar que el nombre elegido pueda pasar a la eternidad desbancando al elemento inicial del cual procede. Este es el caso de la palabra momia que irremediablemente está ligado al betún, sí ese producto grumoso, blando y oscuro que se utiliza sobre todo hoy en día para lustrar zapatos, pero que en la antigua Persia no servía para tal fin. El betún, que entonces se llamaba mummia, era un producto natural que provenía de sus áridas llanuras y que se utilizaba sobre todo con fines medicinales. Eruditos como Dioscorides o el árabe Avicena acabaron alabando sus peculiaridades. Se creía que el betún curaba casi todo y debido a ello acabó exportándose por todo el Occidente lo que propició una demanda excesiva ocasionando que los pozos donde se generaba acabaran secándose. Así que los magnates del betún previendo lo que iba a ocurrir volvieron sus ojos hacia Egipto donde había millones de momias egipcias (sah era el nombre original de aquellos cuerpos amortajados) a la espera de que algún comerciante avispado las desenterrara y renaciera el boyante negocio del betún.

¿Pero que tenían que ver aquellos muertos egipcios con ese “producto milagroso”? Pues por qué dichas momias tenían un color oscuro, muy parecido al betún, debido sobre todo al paso del tiempo y a los aceites y resinas que se habían utilizado en el proceso de momificación. El paso de los siglos hizo que aquellas vendas y aquellos cuerpos apergaminados fueran tomando una consistencia y un color que favorecía su semejanza a aquel destilado del petróleo. Así pues, como por entonces no había control sobre los cuerpos momificados como lo hay hoy en día , se empezaron a desenterrar toneladas de momias a diestro y siniestro vendiéndolas al mejor postor, para pulverizarlas hasta que solo quedara de ellas unas diminutas partículas. Muy pronto el mercado occidental se fue saturando de este nuevo producto llamado “polvos orientales” o “polvo de mummia” (de ahí el nombre de momia para referirse a los egipcios muertos y vendados) el cual servía tanto para un roto como para un descosido. Por ejemplo se vendía en todas las boticas asegurando, de igual forma que en la antigüedad, que curaba cualquier dolencia ya fuera esnifándola o diluyéndola en un vaso de agua (muchos creyendo esta falacia acabaron envenenados); también como oscurecedor de los colores en las pinturas; e incluso troceando las vendas para venderlas como papel de estraza. Era tal el disparate y la obsesión que había en torno a las momias que con el boom de la egiptología, a mediados del siglo XIX en la Inglaterra victoriana se hicieron espectáculos de desvendajes en muchas fiestas y eventos. Primero se conseguía en el mercado negro una momia, lo cual entonces era fácil, y después se exhibía en alguna reunión. Allí un supuesto experto cortaba las vendas, las desenrollaba y a la vez iba exhibiendo ante los ojos atónitos de los invitados las joyas o amuletos que iban apareciendo. Después, cuando se acababa el espectáculo la gente del servicio recogían los trozos sobrantes y los tiraban a la basura. Era tal el dislate que incluso muchas de las momias que abarrotaban el mercado se utilizaron como combustible sustituto del carbón en los ferrocarriles.