domingo, 7 de agosto de 2022

LA TERRIBLE MATANZA DE ANIMALES EN EL REINO UNIDO DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 

En varias películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, sobre todo las centradas en entorno a los bombardeos del Blitz londinense (1940-1941), es común ver episodios que nos hablan del envío de la población civil a las afueras de Londres, al campo, para que de esta manera pudieran escaparan del terror que la aviación alemana estaba infligiendo sobre el país. Pero en ninguna de ellas, por lo menos en las que yo he visionado, repito, se ven a las mascotas siendo evacuadas junto con sus dueños. Como si éstas no existieran (gracias a Dios que en la actualidad ya se consideran igualmente víctimas de guerra tanto a los humanos como a los animales). Aun así, aunque a mediados del siglo XX no se contabilizaran como victimas colaterales, el amor de la población hacia sus animales seguía siendo real. Y es por ello que la tragedia que se cernió sobre las mascotas durante los bombardeos en el Reino Unido es uno de los episodios más tristes, al igual que desconocido, que se produjo durante aquel conflicto bélico.

Nada más estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1939, se creó un organismo llamado NARPAC (National Air Raid Precautions Animals Commitee) la cual se ocupaba de la protección de las mascotas durante el conflicto armado que se estaba acercando a las islas británicas. La NARPAC era una extensión, una rama de otra organización fundada dos años antes, conocida como ARP, que se ocupaba de la protección de los civiles a través de voluntarios quienes se encargaban de sincronizarse con la policía y los bomberos para conducir ambulancias, ir vigilando que las luces de las casas estuvieran apagadas por la noche para no dar pistas a los bombarderos enemigos, conducir a la gente a los refugios, o salvar a las personas que quedaban atrapadas bajo los escombros, entre otras tareas. En el verano del 39 la NARPAC comenzó a divulgar un folleto titulado Consejo para propietarios de animales en el que, previendo lo que podía ocurrir en un futuro, recomendaba a la población que llevara a sus mascotas al campo o que si esto no era posible sacrificarlo para evitar desgracias futuras. Este panfleto incluso venía con una foto de una pistola de matarife. El texto del folleto decía así:

«If you cannot place them in the care of neighbours, it really is kindest to have them destroyed»; o sea, «Si no puede dejarlos al cuidado de de los vecinos [rurales], realmente es más benevolente sacrificarlos

Entonces llegó lo que nadie quería que ocurriera. El día 1 de Septiembre Alemania inauguraba aquel terrible conflicto armado invadiendo Polonia y dos días después el terror se empadronó en Inglaterra. Las consultas de los veterinarios se llenaron de personas que, preocupados, consultaban qué podían hacer con sus animales de compañía. Allí o bien les recomendaban llevárselos consigo fuera de Londres o bien seguir las recomendaciones del folleto de la NARPAC y que, sintiéndolo mucho, los sacrificaran con una pistola de matarife de un único proyectil y que podían realizar dicho “sacrificio” en su propia casa. Una auténtica burrada (y que me perdonen los burros porque no tienen ninguna culpa de las malas acciones de los humanos).Y a pesar de que muchas asociaciones y otras tantas personas se negaron a llevar a cabo tal medida ya fuera quedándose con sus propios animales, compartiendo su propia comida o llevándoselos al campo (los que podían) se calcula que murieron en total entre 500.000 y 750.000 animales. Esto causó, obviamente, una gran tristeza entre la población y no solo entre los dueños de los animales que ante el miedo habían decidido por compasión acabar con la vida de su mascota sino también en la gente que veía merodear perdidos a los animales entre las ruinas de la ciudad o que leía de continuo esquelas en los periódicos recordando la figura de alguna mascota querida muerta. Entre la histeria colectiva que se instaló y los malos consejos que dio el gobierno en esos momentos críticos murieron cientos de miles de animales, se optima que más del doble que de británicos durante todo el conflicto, sin darse cuenta que en muchos casos éstos podían ayudar a las personas en distintos cometidos durante la guerra como por ejemplo los perros que podían salvar a personas atrapadas entre las ruinas provocadas por los bombardeos (así lo hizo uno llamado Spot que estuvo 12 horas escarbando hasta que halló los cuerpos de su familia)  o subiendo la moral haciendo de compañía o distrayendo a la gente, como hizo el gorrión Clarence que iba con su dueña a los refugios y hacia que éste cantara y diera piruetas para regocijo de niños y mayores.

Fuentes:

The Great Cat and Dog Massacre: The Real Story of World War Two's Unknown Tragedy (Animal Lives), Hilda Kean, University of Chicago Press, 2017