lunes, 1 de julio de 2024

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA MODERNA - F. Xavier Hernández y Xavier Rubio

 

Si vis pacem, para bellum (Flavio Vegecio Renato, siglo IV d.C)

Según un documental que vi hace poco en televisión, en el planeta Tierra solo existen dos seres capaces de modificar el entorno donde vivimos: el castor y el ser humano. Si lo entendí correctamente (eso espero aunque era la hora de la siesta) el primero, es decir el castor, a base de talar árboles y construir presas, de forma inconsciente crea todo un ecosistema para otros seres alrededor de cientos de kilómetros de distancia, mientras que los humanos debido a su mayor tecnología a través de colonizaciones y guerras pueden mover a pueblos enteros de un lado para otro y mediante las armas aniquilarlos y hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra. Es decir que los castores lo hacen porque su naturaleza se lo dicta así pero los humanos matan de forma consciente, no para comer, sino por acabar con el enemigo que les molesta. Y para ello han utilizado su superior intelecto para crear a lo largo de los siglos distintos tipos de armas, cada vez más avanzadas, y distintos tipos de ejércitos. Así que para comprender nuestros afán homicida a veces es necesario pararse un momento y estudiar cuales fueron esos pasos que poco a poco nos acercan a nuestra propia extinción. Así pues les invito a leer este interesante ensayo titulado Breve Historia de la Guerra Moderna, escrito por F. Xavier Hernández y Xavier Rubio con el que viajaremos a través de seis siglos apasionantes conociendo nuestra historia más reciente pero desde el punto de vista militar y como éste además ha influido en la sociedad civil, científica e incluso cultural.

Nuestro periplo principia a finales de la Edad Media cuando en Europa aparece un polvo de color negro, la pólvora, que revoluciona cualquier concepto del arte militar que existía hasta ese momento. Primitivos tubos de hierro o bronce, llamadas también bombardas, comienzan a escupir férreas balas de piedra o metal con las que las murallas de las que se denominaban ciudades inexpugnables comienzan a caer una tras otra, como por ejemplo en la caída de la ciudad de Constantinopla (1453). Aunque ya había algunos antecedentes de su existencia durante la Reconquista o la Guerra de los Cien Años, su aparición marca por tanto el nacimiento de la Guerra Moderna. Ya nada sería igual desde mediados del siglo XV otros pequeños cañones portátiles, llamados arcabuces, los soldados de infantería pueden luchar en igualdad de condiciones contra la mítica caballería preponderante en la Edad Media. La conjunción de arcabuceros y piqueros hace que la guerra se democratice marcando el fin de la época medieval. La movilidad de los nuevos cuadros de infantería y su efectividad contra las temibles cargas de caballería lo podemos ver en las Guerras Italianas (1494 – 1503) donde destacó Gonzalo Fernández de Córdoba en donde a dicha movilidad también supo aprovecharse del adagio inverso de más vale cantidad que calidad. El arma de fuego se impuso por tanto en el campo de batalla como en las ciudades donde los ingenieros tuvieron que reinventarse haciendo que las murallas fueran más gruesas para soportar los impactos de los nuevos cañones a la vez que construir en ellas baluartes redondos o de estrella para evitar el fuego desenfilado.

Durante el siglo XVII, en concreto en la terrible Guerra de los Treinta Años (1618 – 1648) se observa la preponderancia de la ya mencionada infantería ya fuera en los Tercios españoles como en los regimientos franceses y aunque la caballería se especializa más (lanceros, coraceros o dragones) su importancia va cada vez más en detrimento del fuego continuo y letal  de las tropas de a pie. Una guerra menos caballerosa pero más efectiva. Y al igual que los ejércitos de los grandes estados, que poco a poco por cuestiones de natalidad barren a los pequeños, el armamento igualmente evoluciona pues de los arcabuces surgen los mosquetes en donde las mechas se van sustituyendo por llaves de rueda o sílex destacando las denominadas chenapan o miquelets pudiéndose por tanto cargar y disparar más deprisa. Las formaciones, sobre todo en el caso español, siguen siendo las mismas en el campo de batalla pues los arcabuceros y mosqueteros siguen protegiendo a los piqueros de las distintas compañías pero poco a poco los estudiosos de la guerra, los generales o maestres de campo empiezan a decantarse por la formación francesa en regimientos de líneas ya que de esta manera son más eficaces ante los cañones que los cuadros los cuales podemos calificarlos de autenticas dianas. Esto es debido a que los cañones empiezan a ser más efectivos pues se unifican sus calibres y su movilidad.

Y con esto llegamos a lo que nuestros autores denominan la era del fusil (1697 – 1789) en donde esta nueva arma desbanca totalmente al mosquete y si además le añadimos en su punta una bayoneta, a la vez, tenemos un fusilero que sirve para dos propósitos, es decir disparar con mayor rapidez y mortalidad (gracias a las nuevas llaves de piedra) a la vez que para a la caballería gracias a la mortífera punta que corona su fusil. El que ahora en este nuevo siglo sea Francia la cabeza de Europa hace que se imponga el sistema de regimientos en fila y que el ejercito avance en largas formaciones, entre tres o cuatro líneas de profundidad concentrándose más potencia de fuego por unidades (esta escena la podemos ver por ejemplo en el cine cuando dos ejércitos se aproximan y al alrededor de los cien metros, a las órdenes de sus capitanes, se fusilan unos a otros sin piedad). Estos regimientos, ya divididos en batallones y compañías, y ayudados por la caballería, ya no son soldados reclutados a la buena de Dios pues ahora son objeto de una verdadera intervención estatal en distintos campos ya que éste dictamina cual serán las banderas de sus ejércitos y regimientos; cómo irán vestidos durante la lucha para distinguirse unos a otros; establecerá líneas de logística durante la campaña evitando muchas veces los excesos de pillaje que se produjeron durante la Guerra de los Treinta Años; e incluso se ocuparon de componer himnos nacionales o de regimientos en concreto. Y finalmente el Estado, ya fueran Austrias, Habsburgo o países aliados, también intervino en cuestión del alistamiento de los soldados ya que muchas veces delegaron esa gestión a personas particulares provocando que muchos regimientos y batallones se concentraran en torno a nobles que corrían con los gastos durante la guerra en cuestión, ya fuera la Guerra de Sucesión (1701-1714), la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763), los conflictos en Escocia, la Guerra de Independencia de Estados Unidos (1775 – 1783) o la Guerra de Sucesión Austriaca (1740 1748), entre otras. Tampoco hay que olvidar que en el tema naval debido a la importancia de los cañones a bordo y la movilidad de los barcos en alta mar los pesados galeones fueron sustituidos poco a poco por fragatas y navíos de línea que desde ese momento se enseñorearían de los mares.

Hasta mediados del siglo XIX, en concreto hasta la Guerra Franco Prusiana (1780 – 1781), la disposición de los ejércitos en línea no ofrece muchas variaciones. Aun así la Revolución Francesa (1789) trae la novedad de transformar los ejércitos profesionales comandados por nobles en verdaderos ejércitos compuestos por ciudadanos. La fuerza y empuje de dicha revolución fue aprovechada por la figura clave de este periodo, Napoleón Bonaparte, que supo sacarle rendimiento a sus ejércitos aprovechando su velocidad de decisión no solo en el movimiento de las tropas sino en la toma de decisiones en todos los aspectos de la contienda. Es curioso observar que aunque la disposición, como ya he indicado anteriormente, de las tropas es casi heredera del siglo pasado, en estos primeros años del siglo XIX comienza a convivir con la evolución que proporciona el desarrollo industrial. Una de estas innovaciones no solo en el alma de los fusiles sino también de los propios cañones lo constituye sin duda el rayado interior que permite más precisión en el disparo y más potencia de impacto en el soldado enemigo o fortaleza asediada. Y todo ello ayudado por las nuevas técnicas de retrocarga de dichas armas que proporciona más velocidad en los intervalos de disparo. Pero podemos considerar a la Guerra Franco Prusiana  como la última de tipo napoleónico, como el inicio de las subsiguientes guerras industriales que tuvieron su gran eclosión en la que algunos consideran como la nueva guerra de los treinta años que se produjo entre 1914 y 1945, es decir La Primera y Segunda Guerra Mundial. Napoleón ya había hecho algunas innovaciones con respecto a la disposición en grandes cuerpos de ejércitos y éstos fueron aplicados durante estas terribles contiendas mundiales, pero el gran avance tecnológico de las armas, avances ya apadrinados por los gobiernos de los países litigantes y sus fábricas patrocinadas en vez de cederlas a simples artesanos como se hacía anteriormente, hizo que la infantería sufriera los estragos muriendo a diario a cientos de miles de soldados. La fuerza de las nuevas armas en el siglo XX hizo que en la Primera Guerra Mundial desaparecieran las grandes embestidas de ejércitos, unos contra otros, haciendo que los propios soldados fueran auténticos topos que vivían en las oscuras y sucias trincheras. Miles de ellas tapizaron el suelo europeo condenando a los países a estar continuamente empatados. Solo la aparición de los tanques y el aprovechamiento de la aviación empezó a enseñar a los generales de la futura Segunda Guerra Mundial como sería la guerra del futuro, o lo que es lo mismo la verdadera guerra total en donde la velocidad de los acorazados y la aviación apoyados por la infantería podrían acabar con el enemigo. Ya no existía un frente único de batalla pues todo era un gran frente a batir, desde un puerto hasta una ciudad. Nadie estaba a salvo.

La tecnología en la guerra moderna ya ha superado al propio guerrero que tiene que estar pendiente de los avances técnicos e informáticos y no solo de su simple pericia en el combate. Tras la caída de Alemania en 1945, el mundo se metía de cabeza en otros conflictos englobados en la llamada Guerra Fría donde las dos grandes potencia mundiales, Estados Unidos y la Unión Soviética, sometían a la población a vivir en un miedo continuo, pues además de observar como éstos abrían y cerraban guerras en distintos lugares alejados de sus países, Estados Unidos y la Unión Soviética siempre estaban amenazándose con lanzar misiles atómicos de un lado a otro y acabar con cualquier rastro de vida en la Tierra. Serían esta amenaza del átomo y la nueva guerra al terrorismo internacional los nuevos campos de batallas del siglo XXI en las que las nuevas armas de combate parecen ya sacadas de las películas de ciencia ficción. Y aunque este horizonte incierto dé algo de pavor les recomiendo que lean Breve Historia de la Guerra Moderna de F. Xavier Hernández y Xavier Rubio y hacer un viaje por la Historia a través de la tecnología militar y los conflictos que la han jalonado ésta hasta el actual status quo nuclear para poder entender mejor nuestro propio y belicoso pasado.

F. Xavier Hernández y Xavier Rubio, Breve Historia de la Guerra Moderna, Nowtilus, 2024, 277 páginas.