viernes, 22 de julio de 2011

FÉLIX, EL SANTO FANTASMA



Uno de los elementos más trascendentales en que basan su creencia cristiana muchas personas en el mundo son las reliquias. Es todo un mundo en el que impera el reino de la fe por encima del de la razón y en el que cada persona y cada pueblo deposita sus esperanzas más íntimas. El poder de las reliquias es ilimitado favoreciendo con sus dones a todas las personas que las veneren con pasión y sinceridad. Desde peticiones particulares y terrenales para conseguir algo en vida, a deseos más allá de la muerte como por ejemplo superar pronto el mal trago del purgatorio, las reliquias lo pueden todo. Ya lo dice la doctrina de San Gregorio Nacianceno:

El que toca o venera los huesos de un mártir participa de la virtud y gracia que reside en ellos y que es la misma del Poder que tiene su santa alma.

Pero también es un mundo de auténticos fraudes en donde todo vale y todo es lícito. Para muchos las reliquias de los mártires son un negocio redondo pues su venta los enriquece de manera deshonesta. Una de las causas de la proliferación de este mercadillo se debió a la decisión del V Concilio de Cartago en el año 400 por el cual no se consagraría ninguna iglesia sino contenía una reliquia. Por ello los restos de los mártires pasaron de ser un medio de devoción a todo un mercado de influencias. Quien tuviera la mejor reliquia tenía más poder. Esta venta no tenía ningún escrúpulo llegando a venderse auténticos huesos de cerdo como huesos de santo. Se dice que si se unieran todos los trozos de madero de la Santa Cruz se daría la vuelta al mundo, y que se podría poner una auténtica ferretería con todos los clavos de Jesucristo. Santos con tres narices, catorce piernas, cuarenta sudarios… increíble pero cierto.

Y es en este punto donde aparece nuestro “santo” fantasma. Seguro que muchos los han visto en distintos lugares religiosos con nombres más o menos alargados, pero que tienen el nombre raíz de Félix. Pero ¿quién era este hombre? Pues en verdad no era nadie. Una persona que no ha existido pero a la que todo el mundo venera. Me explico: en la época de los romanos uno de los deportes preferidos en la arena del Coliseo, junto a la lucha de gladiadores y de fieras, era el exterminio diario de cristianos de todas las maneras conocidas: a fuego y espada, con fieras, crucificados y empalados… en la variedad estaba la diversión. Muchos murieron y sus cuerpos fueron arrojados a fosas perdiéndose a sí su nombre e identidad. Por tanto estas fosas comunes eran coronadas por una lápida en la que simplemente ponía: FELIX, que significa feliz. Vamos que habían conseguido la felicidad eterna después de su martirio.

Pasaron los años y siglos y estas fosas comunes, muchas de ellas cercanas a las catacumbas, fueron reconocidas por la iglesia. Como el Vaticano tenia superávit de santos se hizo una venta entre los siglos XVII y XVIII de todos los restos por diferentes partes del mundo. Pero la demanda era mucha y como no podían ocuparse de todos los pedidos decidieron hacer pequeños santos portátiles depositando diferentes restos de estas fosas en recipientes y mandarlos a las iglesias de todo el mundo. Cuando los curas, obispos o arzobispos preguntaban quién era y a quién nos han mandado les decían que eran el milagroso Félix.
He aquí como los restos de un mismo mártir están en diferentes partes del mundo. ¿Se imaginan que todos estos trozos se unieran en un mismo cuerpo? Daría repelús la verdad.