El ADN español hace que cualquier acontecimiento, por muy solemne que sea, traiga consigo una serie de anécdotas propicias para ser comentadas en la tertulia de la tarde junto con un café compartido por los protagonistas de dichos acontecimientos. Los siguientes hechos ocurrieron en el año 1975, apenas unos días después de la muerte de Franco.
En España la ceremonia de coronación de un monarca tiene que ser una misa. Normalmente solía ir acompañado de un Te Deum como muestra de acción de gracias. Fueron habituales dichos Te Deum en la Guerra Civil cuando las tropas nacionales tomaban ciudades y pueblos. En la España de 1975 el anterior Jefe del Estado había fallecido dejando tras de sí casi 40 años de férrea dictadura muy influenciada por elementos eclesiásticos. Franco había fallecido el día 20 de noviembre y, al día siguiente, fue proclamado Rey don Juan Carlos de Borbón. Éste tenía la intención de llevar a España a una democracia representativa para adecuarse a la realidad de los países vecinos y, de este modo, hacer entrar a nuestro país en la esfera de las instituciones internacionales, en ese momento CEE y OTAN.
Por ello don Juan Carlos decidió que tenía que dar una nueva imagen de cara al exterior y, sobre todo, a todos los españoles quienes, en los planes del Rey, serían protagonistas en los meses posteriores. El momento de iniciar ese lavado de imagen del país tenía que ser desde el principio. Por eso había que echar la carne en el asador en la Coronación. Don Juan Carlos estaba decidido a que asistieran primeras figuras de la política europea, figuras que brillaron por su ausencia en el entierro de Franco.
Lo primero que hizo don Juan Carlos fue elegir la tipología de la misa. No escogió el Te Deum, que es una Acción de Gracias, sino una Misa del Espíritu Santo, que es símbolo del inicio de una época nueva.
Después recurrió a un amigo personal, Manuel de Prado y Colón de Carvajal, para encomendarle una misión: conseguir que el presidente de la República Francesa, Valéry Giscard d’Estaing asistiera a la Coronación, ya que sería un símbolo muy importante de cara al exterior de que el Rey tenía la intención de llevar a España hacia la democracia representativa. Manuel de Prado salió hacia París y tras muchas vicisitudes consiguió reunirse con Giscard en varias ocasiones. Éste le puso muchos reparos, diciendo que él se jugaba mucho con su asistencia a la Coronación. Hay que tener en cuenta que Juan Carlos era visto en el mundo democrático como el sucesor de Franco. En principio le pidió a Manuel de Prado el Toisón de Oro. El Rey se opuso, Giscard era importante pero no tanto. Finalmente el Presidente francés le pidió un gesto por parte del Rey que le diferenciara del resto de asistentes. Manuel de Prado se lanzó a la piscina y le propuso un desayuno personal con don Juan Carlos. Giscard aceptó porque era una deferencia que le agradaba.
Manuel de Prado regresó a España asustado porque no sabía qué reacción tendría el Rey. Pensaba que don Juan Carlos le diría algo así cómo quién eres tú para organizar un desayuno con Giscard, algo que no se iba a producir con el resto de invitados y que podría provocar recelos. Llegó a Madrid y se fue directamente al Palacio de la Zarzuela. Allí le esperaba el Rey impaciente. Manuel de Prado le comentó lo del desayuno y don Juan Carlos comenzó a reírse y le dijo: Dame un abrazo porque la presencia de Giscard bien vale un desayuno con huevos fritos, bacon, migas o lo que quiera.
Y Giscard estuvo aquí.
Por: José Antonio