sábado, 31 de diciembre de 2011

EL RELOJERO LOSADA



Todos los 31 de Diciembre, día de San Silvestre y Fin de Año, cientos de miles de españoles se congregan, físicamente y en espíritu a través de la televisión, en la Puerta del Sol de Madrid para asistir a las doce campanadas que a golpe de doce uvas saludan al año nuevo. Todo el mundo durante uno segundos esta pendiente del reloj de la plaza de la capital de España pero pocos saben que tras esa esfera y sus husos horarios existe la obra de un hombre que elevó la categoría de relojero a la de ciencia.

Se llamaba José Rodríguez Conejero, y había nacido en Iruela en 1797, pero como este pueblo pertenecía a la jurisdicción de Losada decidió cambiarse el apellido por este último pasando a ser conocido a partir de entonces y para toda la eternidad como José Rodríguez Losada (o de Losada) La vida de este leones es una auténtica aventura, ya que fue pastor de vacas y tiempo después lo encontramos como oficial del ejercito español durante el Trienio Liberal. Como en aquella época era común estar confabulando de continuo, fue denunciado por José Zorrilla (padre del famoso dramaturgo) como liberal por lo que tuvo que exiliarse a uña de caballo a Francia, pasando posteriormente a Londres donde fue socorrido por el Comité de Ayuda a los Emigrantes que muy pronto le consiguió un trabajo con el que ganarse la vida.

Aunque los sueños de Losada eran bastante más altos se tuvo que conformar con ser mozo de limpieza en una relojería de la City. Se dice que cuando el dueño de la tienda cerraba él se quedaba ordenando el material y que rescataba de la basura viejos relojes rotos para posteriormente arreglarlos. Es por ello que su amo pronto le reconoce su valía y lo hace oficial relojero. Pasado el tiempo este buen hombre enferma y muere recibiendo Losada en herencia no solo la tienda sino también el corazón de la viuda con la que se casa. Pronto abre otra tienda en Regent Street 105 y a diferencia de su jefe se expande no solo por Inglaterra sino también por medio mundo, convirtiendo incluso la parte trasera de la tienda en un importante núcleo de liberales exiliados como el propio general Prim.

Es tal su fama que la armada española e inglesa le encargan cronómetros marítimos al saberse que son los más fiables en cualquier barco en alta mar (posteriormente en 1862, en la Feria Mundial del Crystal Palace se enorgullece de ser el relojero oficial de la Familia Real española y sus Fuerzas Armadas). Empieza a recibir encargos de su tierra y en 1859 vuelve a España pero solo temporalmente pues nunca abandonó su tienda en Londres. Y es en este momento cuando crea la obra que le llevará a la fama: el reloj del Ministerio de Gobernación situado en la Puerta del Sol de Madrid. Todo empezó por una casualidad, pues en uno de sus viajes a España tuvo que alojarse en el Hotel Paris, que estaba situado en esa céntrica plaza donde antes estaba la famosa Iglesia del Buen Suceso. Todos los días al levantarse miraba por la ventana el reloj de Gobernación y se daba cuenta de que o iba con retraso o iba adelantado. Esto, para una persona tan puntillosa como era él, lo sacaba de quicio, por lo que decidió hablar con las autoridades para construirles un buen reloj que coronara la plaza de la capital de su país. Incluso no quiso obtener ganancias sino donarlo a la ciudad. Se tardo en total tres años en hacerlo, pero la tardanza valió la pena ya que fue y es una obra maestra de la ingeniería. El 19 de Noviembre de 1866 fue inaugurado con gran pompa por la reina Isabel II y actualmente todavía sigue funcionando minuto a minuto.

Murió en 1870, pero su obra ya es una pieza fundamental en el paso del tiempo.